Tuesday, January 28, 2020

El ateísmo como religión

El ateísmo como religión

Chamuel, «el que ve a Dios» y nos llena de su amor incondicional
En principio no es mi deseo en absoluto convertir esta bitácora en un foro religioso; pero, como se ha puesto de moda que los ateos saquen su mística a la calle, he juzgado oportuno dedicar esta entrada al tema.

Muchos albergan la errónea creencia de que las religiones consisten en creer en Dios. Sin embargo, la característica que hace que una religión sea tal, es la fe, que se define como la capacidad que el ser humano tiene para creer en lo indemostrable. Y los hechos indemostrables que se creen en una religión por fe, se llaman dogmas.

La postura ante la existencia de Dios --y su inexistencia-- puede ser clasificada en "dogmática" o "escéptica". Los escépticos son aquellos que declinan la creencia en la existencia de Dios tanto como en la de su inexistencia, eludiendo por sí mismos toda idea que les lleve a decantarse por una posibilidad o por la otra. Simplemente, reconocen que para ellos ambas soluciones son posibles, indecisos a menos que se demuestre tal existencia o tal inexistencia. Los dogmáticos, por el contrario, son los que apoyan cualquiera de estas dos posturas, ambas indemostradas e indemostrables hasta hoy: tanto los deístas (creyentes en la existencia de Dios) como los ateos (creyentes en la inexistencia de Dios). Obviamente, la postura del escéptico es igual ante el dogmático deísta como ante el dogmático ateo: "me da igual lo que pienses, que te creeré el día que me lo demuestres". Los escépticos, situados entre el deísmo y el ateísmo, puestos a pensar en el tema dudan y al final presentan cierta tendencia a inclinarse por el primero, y dentro de éste por el agnosticismo, que cree en la existencia de un Dios a cuyo lado el ser humano es tan insignificante que no merece para nada la atención divina.

Igualmente que tan dogmático es el ateísmo como el deísmo, existen también religiones sin Dios ni dioses de ningún tipo, es decir, no deístas. Por ejemplo: el Jainismo, el Budismo, el Taoísmo, el Confucianismo, y otras. Cada una tiene sus propios dogmas, traducidos en ceremoniales que, por sí mismos, según sus partidarios, les ponen en conexión o sintonía con ciertas fuerzas, corrientes o energías que ellos aseguran, también por dogma, que fluyen en el universo y en todos sus seres.

Las religiones no deístas, no son incompatibles con la creencia personal en el Ser Supremo u otras divinidades por parte de sus creyentes individuales. Tal creencia va por cuenta del practicante, y no es indispensable, siéndole indiferente a tales religiones en sí mismas. El ateísmo es la religión sin Dios, cuyo dogma principal reconocido es la no existencia de Dios. Desde el punto de vista de esta religión, si uno no cree que Dios no exista, ya no es ateo. Está excomulgado, es anatema del ateísmo.

Dicho dogma (que lo es por indemostrable) de la no existencia, obliga, a su vez, a que el ateísmo sea la religión con más misterios dogmáticos. Esto sucede porque la creencia en Dios, precisamente a lo que viene a dar respuesta es a los misterios de la vida y del universo que no tienen explicación. En el ateísmo es obligatorio creer que dichos misterios sólo son eso: misterios, y no preguntarse por cuál pueda ser su solución ni su razón. Y son tales como cuál el origen de todo, adónde va todo, por qué estamos aquí, por qué morimos y por qué vivimos, por qué hay leyes universales tanto morales como matemáticas, o físicas (“no hagas a los demás lo que no quieras que hagan contigo”, o el teorema de Pitágoras), quién las puso ahí, y muchos otros. El ateísmo más común cree, así, por dogma, que estos misterios no tienen respuesta (ya que es indemostrable que la tengan o no).
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Dentro de cualquier religión hay tendencias de interpretación acerca de sus propios dogmas. Por ejemplo, en el Cristianismo hay corrientes tratando de explicar cómo y por qué aceptan el dogma de la Virginidad de María y qué significa para ellas, y también movimientos protestantes que no la aceptan. Dentro del ateísmo actual, la escuela más importante sostiene que sus dogmas son misterios científicos todavía no resueltos, pero que la Ciencia los resolverá algún día. Este enunciado afirma un misterio a su vez, porque tampoco está demostrado científicamente que la Ciencia lo pueda demostrar todo. Es más, puede decirse que éste es el dogma que engloba a todos los demás, el dogma primordial, la madre de todos los dogmas que hay que creer para pertenecer a la línea atea científica. En otra religión se llamaría Dios, palabra absolutamente vedada en el ateísmo y cuya mención por parte de uno le supondría ser excomulgado. También existe el pecado de blasfemia en el ateísmo.

Algunas otras sectas de ateos son la de los políticos (profesan este credo porque se lo inculcan sus dirigentes, usualmente dictadores, por ejemplo, en el comunismo: no vaya a ser Dios una competencia que se le suba a las barbas al Gran Hermano de turno), o la de los olvidadizos (han aprendido alguna vez una religión con un Dios o dioses, pero han visto otras y no saben por cuál decidirse, concluyendo que, si pueden ser tan diferentes entre sí, es porque la religión tiene que ser un invento del ser humano. A partir de ahí, se han cansado de pensar). Hay muchas más sectas de ateos, y todas ellas tienen dentro sus propias corrientes de interpretación. Incluso hay ateos con la fe del carbonero en su ateísmo, y no les fatigues la mente con preguntas, no les vaya a estallar.

Al igual que ocurre con cualquier otra religión, los lugares de peregrinación y culto de unas u otras sectas de ateos son diferentes, y también sus libros sagrados. No obstante, un ateo no necesita preocuparse de si tiene o no cerca un lugar de culto, o ministros de su religión. Porque el ateísmo es el credo más cómodo que existe. Al considerar dogmáticamente como misterio de fe el origen de su existencia personal en este universo, elude su responsabilidad moral de agradecérselo a nadie. Ésta es una de las razones principales por las que el ateísmo gana adeptos; y también una de las demostraciones más típicas de que existe una moral universal, una de cuyas normas es ser agradecido. ¿Quién puso ahí la moral? Y ¿qué papel cumple en el universo físico? ¿Quién se lo adjudicó?

En este culto, el ateísmo es similar a otra religión, el agnosticismo. A pesar de lo que muchos de sus propios fieles reconocen, el agnóstico no puede dejar de creer en Dios, porque si lo hiciera sería automáticamente ateo. Así que no es que le dé igual que Dios exista o no. Lo que pasa es que el agnóstico cree en un Dios tan grande que no cabe en la mente de los seres humanos. Hasta aquí coincide con muchas religiones, como por ejemplo el Cristianismo. Pero, al contrario que en éste, las diferencias entre los seres humanos y Dios debidas a la infinitud de éste son, para el agnosticismo, tan grandes que no vale la pena plantearse que intentemos comunicarnos con él, porque nunca seremos capaces de conseguirlo. Por su parte, Dios tiene que ser infinito, y a él no le debería resultar imposible entrar en relación con los hombres, pero no se molesta en ello. Somos demasiado poca cosa como para que nos preste atención. Como tampoco es demostrable, éste es el máximo dogma del agnosticismo.

Además, hay una facción agnóstica encaprichada contra Dios porque, al igual que ciertas sectas de otras religiones, incluida la atea, cree que a los seres humanos nadie les ha preguntado si querían haber nacido o no, lo cual implica que ya desde el primer momento no exista la verdadera libertad. La libertad es un espejismo, una alucinación provocada por su propia inexistencia desde la misma base. No estamos siendo libres ni siquiera cuando decimos que lo somos. Fácilmente se puede deducir que, como esta máxima es indemostrable, se trata de un dogma de fe para pertenecer a este sector, cuya significancia comenzó a hacerse notar desde el segundo tercio del siglo XX.

El agnóstico procura mantener su mente siempre ocupada con otras cosas, así que suele ser más práctico que el ateo. Además, como está abierto a la existencia de Dios, tiende a ser más reflexivo y a estar más preocupado por temas filosóficos y trascendentales, aunque rehúya hablar directamente del Ser Supremo cuando los trata. Es como si la grandeza de ese Dios cuya existencia no niega le hiciera tan inmenso que la sola mención de su nombre, aunque no fuera en vano, ya entrase en el terreno de la blasfemia. Piensa también más que el ateo, lo cual le hace más peligroso para los poderes establecidos. El ateo suele hablar más con menos conocimiento de causa.

Para saber más:

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