Sunday, March 22, 2015

Esto está bien hacerlo porque también lo hacen los animales en la naturaleza...

De las mayores sandeces que me ha tocado escuchar en los últimos tiempos, ésta quizás se lleva la palma. Y mira que he escuchado y leído burradas en los últimos tiempos, y en todos los demás también.

Veamos un ejemplo.

La homosexualidad está bien porque también la practican los animales, me escribía el otro día un incauto. No sé cuantas especies, y bla, bla, bla...

Vaya, hombre. Ya podías justificar la homosexualidad de otro modo, pero no así. El argumento se cae por sí solo. Y de tal forma que te advierto de que en muy mal lugar estás dejando la homosexualidad, amigo. ¿Qué te han hecho los gays para que dejes su tendencia sexual en tan mal puesto?

En cambio, no tienen sentido en la conversación común afirmaciones como los humanos hemos violado sexualmente a otros, porque para hacer esto no se necesita ser humano. La respuesta a este razonamiento perogrullesco sería: "-¡Pues claro! Exactamente igual que otros muchos animales..."

Sí, por ejemplo, es posible oír adjudicarse al ser humano en primera persona, actos negativos que otros animales son incapaces de realizar: los seres humanos nos hemos bombardeado atómicamente unos a otros, ya que ingún otro animal puede haber sido autor de este tipo de acciones.

En primer lugar, las mejores cosas que hacemos los seres humanos son precisamente las que no hacen los animales. Aparte del hombre, ningún animal en su estado natural compone sinfonías, ni escribe novelas ni poesía, ni rueda películas, ni pinta cuadros como Velázquez (evidentemente sí como muchos pintores contemporáneos, e incluso mejor, prueba de que el arte ha degenerado hasta la animalidad y hasta por debajo), ni investiga para descubrir medicamentos que le libren de enfermedades, ni descubre teoremas matemáticosni pone satélites artificiales en órbita ni a un congénere en la Luna. En su estado natural, los animales ni siquiera hacen otras cosas más simples como comer con cubiertos, ponerse ropa, conducir tractores, competir deportivamente para superarse a sí mismos, o incluso siquiera hablar. Como colofón a este primer argumento, la religión, tan atacada por muchos, queda pues en buen puesto, puesto que es el hombre la única especie en la que se ha desarrollado como actividad organizada. No sabemos científicamente de ningún otro animal que practique una religión.

En segundo lugar, que las acciones más serviles que hace el ser humano porque tiene obligación para cumplir con su biología son precisamente las que todos los animales se ven obligados a hacer sin ninguna duda. Tenemos obligación de comer, porque si no lo hacemos nos morimos. Por culpa de esto precisamente tenemos obligación de trabajar. La gran mayoría de las miserias humanas nos llegan precisamente como consecuencia de las obligaciones que nos impone nuestra animalidad. Uno sería libre de ser esclavizado si no tuviera que comer o dar de comer a su familia. Muchos males de la Humanidad se evitarían si no hiciera falta comer ni beber. Nuestra animalidad nos obliga también a defecar y orinar, e incluso a perder un tercio o más de nuestra vida durmiendo. Bien pensado, la mayor parte de lo que hacemos como animales es un auténtico desastre.

Y es más: la utilización de la capacidad que cito en el párrafo del primer lugar para servir a acciones del tipo de las que especifico en el párrafo del segundo lugar es lo que convierte al ser humano también en el más terrible de la naturaleza. Nada existe más animal que el miedo o que el prurito por ser el especimen o el grupo tribal dominante. Esto origina las peleas y las guerras, que en nuestra especie conllevan una dimensión excepcionalmente maligna inalcanzable para cualquier otro animal. Esta dimensión maligna consiste en la puesta de lo mejor que puede hacer el ser humano en el nivel material: la técnica, la investigación, al servicio de su animalidad. El terrorismo de cualquier tipo o la guerra NBQ son ejemplos paradigmáticos del sometimiento de lo exclusivamente humano, las ideas y la inteligencia superior, a la esclavitud de la animalidad: el instinto de dominar a los demás, el miedo a ser dominado por los otros. Toma animalismo.

En tercer lugar, que es lo que ya me acabaría de irritar completamente si yo fuera homosexual y escuchara que está bien porque también se da entre animales en su estado natural, resulta que precisamente un gran número de cosas que no debemos hacer son las que se ven en la naturaleza. La naturaleza nos surte de una infinita antología de actos que cometen los animales y que sería abominable que los perpetrásemos las personas. Desde maltrato animal hasta pederastia, pasando por asesinato y violencia (los chimpancés, por ejemplo, son capaces de asesinar por el mero hecho de ascender en su "escala social"), sadismo y tortura por diversión (incluso contra crías, de su propia o de diferentes especies), violaciones, drogadicción, esclavismo, canibalismo (incluso hacia los cachorros), o hasta verdaderas guerras despiadadas, a otras especies o dentro de la misma, como la famosa "Guerra de Gombe" entre chimpancés, muy bien documentada y que duró cuatro años. O a lo mejor sí debemos, según los del argumento que critico, porque esto es lo que nos muestran los animales en su estado natural.

Así pues, ya que entre los animales en su estado natural se observan tantas bestialidades (que para eso son bestias, dicho sea de paso), esto está bien hacerlo porque hay animales que lo hacen así en la naturaleza es precisamente la excusa que nunca debemos dar para justificar nada que hagamos los humanos. Porque, como las personas, según hemos visto más arriba, hacemos mejores cosas como humanos que como animales, a lo mejor resulta que hacer las cosas porque se hacen así en la naturaleza es la mejor justificación para no hacerlas si esto es posible. Pues resulta que los seres humanos, y no así el resto de los animales, tenemos la voluntad, que nos permite hacer o dejar de hacer muchas cosas al contrario de lo que hagan ellos, ya que obran por instinto, obedeciendo simplemente lo que su genética les dicta y sin tener, por tanto, libertad para alterar su conducta.

De todo esto viene que sea perfectamente factible escuchar frases como los humanos hemos llegado a la luna. Lingüísticamente se llama "plural sociativo", y consiste en la implicación afectiva o psicológica del que habla con aquéllos que cometieron la acción, por el hecho de pertenecer todos al mismo grupo (en este caso, la especie Homo sapiens). El mensaje es que para llegar a la luna se necesita ser humano, igualmente que el que habla. Obviamente, nadie es tan tonto como para incluirse a sí mismo en el hecho como protagonista del mismo si es que él en persona no ha estado allí. Y obviamente, la única especie hoy por hoy capaz de generar individuos que puedan utilizar este tipo de plural, es la especie humana.

Otra manera de dejar la falacia en claro, sería dándole la vuelta al argumento. Es decir, si lo que está bien hecho es lo que hacen los animales en la naturaleza, ya que los humanos hacemos cosas que los animales no hacen en la naturaleza estas cosas tendrían que estar mal hechas. Dejemos, pues, de investigar en Medicina y de curar a los enfermos, abandonemos nuestra carrera espacial, no más desfiles de modas ni exposiciones de cuadros, vayámonos a vivir a las cavernas. Dejemos hasta de hablar.

En fin, ¿para qué seguir? Creo que ya es suficiente con esto para entender la estupidez de tan absurdo argumento. Puede usted utilizar las cajas de comentarios para escribir más cosas que se le ocurran que los seres humanos tendríamos que hacer o dejar de hacer si lo que estuviera bien para nosotros es lo que hacen los animales en la naturaleza.

Más información sobre la "animalidad" en los animales:

Saturday, March 21, 2015

Porque aunque no estés de acuerdo con las ideas ajenas, hay que respetarlas y bla, bla, bla...

Claro, claro.

Y si no estás de acuerdo con las enfermedades, sin duda debes respetarlas también. No se vayan a extinguir y se queden los médicos sin el motivo que les da el pan suyo de cada día.

Y los conejos ponen huevos y las ovejas son carnívoras. Pues qué les voy a decir a ustedes. Que para contar batallitas ya estaba el abuelo Cebolleta.

Pero creo que deberíamos empezar por el principio.

Que hay que respetar las ideas de los demás aunque no estemos de acuerdo con ellas es la catedral de las falsedades demagógicas. Una mentira que sirve a los implantadores del pensamiento único como base de toda su falacia para que acabemos aceptando que todo lo que dicen es cierto y está bien. Lo que digo yo, no sé si hay que respetarlo o no, porque no soy yo quien dice que hay que respetar las ideas. Es mi contrincante ideológico quien, mediante el empleo de la susodicha frasecita, me está pidiendo que respeten las suyas. Porque claro, con algo que he dicho he ofendido sus ideas. Como si las ideas fueran seres conscientes y se pudieran sentir ofendidas por lo que yo he dicho o hecho.

Y bien. Pero el simple hecho de decirme que yo respete sus ideas... ¿respeta las mías? Pues yo diría que se deben pensar más las cosas antes de decirlas. ¿Respeta mi idea de que las ideas no son lo que debe ser respetado? Porque ojo, que con esa frasecita puede que no estés respetando mis ideas. ¿Se justifica la frase por sí misma? ¿Tienes más razón por decirla? ¿Tengo yo menos razón por no creérmela? Estamos discutiendo. Y si lo digo yo en lugar de tú, cada vez que estoy advirtiéndote que hay que respetar las ideas, ¿me refiero también a las tuyas, que combaten las mías?

¿Por qué en lugar de emplear ese tópico no empiezas por decir la verdad y admitir que el ofendido eres ? ¿Que a tus ideas les trae al pairo lo que yo haya dicho de ellas, pero que a ti te molesta que yo las ataque porque sientes que, de alguna manera, no son defendibles mediante el razonamiento al menos más allá de donde lo son las mías? ¿Por qué tengo que respetar tus ideas si creo que tú estás equivocado sosteniéndolas? ¿No es, acaso, mi máxima expresión de ejercicio de respeto hacia tu persoma, el tratar de combatir tus ideas equivocadas para sacarte del error e introducirte en las correctas?

Propondré un ejemplo populista y demagógico. Lo populista y demagógico es prometer o ejemplificar utilizando aquello que a la mayor parte de gente posible le gusta proclamar que cree o practica porque se supone que la lógica (aunque sea mentira y no exista tal lógica) dicta que hay que hacerlo así para ser considerado mejor persona. Lo demagógico no viene a cuento a efectos prácticos del resultado que se debería buscar en el ejercicio correcto de una acción pública. Es más, puede incluso ser perjudicial para ese resultado. Pero no importa, porque cuando utilizamos la demagogia lo que nos interesa es captar la simpatía de la gente, no obtener buenos o malos resultados con la conducta que ella espera de nosotros.

Un demagogo alaba el ego de las personas que le escuchan tratando de hacerles ver que, si le apoyan a él, de alguna manera van a ser mejores personas. Y que es tarea de todos ser mejores personas, algo que se llevará a cabo en conjunto si el que sale ganando es él, mediante el voto de la gente.. Por ejemplo, hace un estudio para detectar a quién demoniza el público, quiénes son los espantajos y cocos de las masas en el momento de la campaña electoral, y como resultado publica un programa ad hoc en el que se perjudica al demonizado para que los electores sientan que, votándole a él, de alguna manera colaborarán en castigar al motivo de su odio de una manera colaborativa y popular.

Pues aquí va mi ejemplo demagógico: si usted se encontrase frente a alguien que de momento no hubiera hecho nada ilegal pero al mismo tiempo se diera cuenta de que esta persona es racista, ¿qué haría?

a) Nada.
b) Dialogar con él o reeducarle para sacarle de su error.
c) Aplicarle la pena de muerte.
d) Le metería en la cárcel.

Probablemente el orden lógico de las respuestas sería éste: b, a, d, c. Todas ellas son ideas. ¿Las respetaría usted todas? El buen acólito del hay que respetar las ideas probablemente diría que sí, que todas son respetables aunque no estemos de acuerdo con ellas.

Para que vean la diferencia, ahora voy a escribir las mismas respuestas sin cambiar para nada su resultado práctico pero prosiguiendo en el tono demagógico de lo que es la pregunta:

a) Nada. Cada uno tiene derecho a pensar como le dé la gana. Además ¿qué tiene de malo ser racista? Yo también lo soy.
b) Tratar de convencerle de que ser racista es malo, que así seguro que dejará de serlo. Los seres humanos son buenos por naturaleza.
c) Ese tipo es un impresentable. Darle una buena tunda de palos hasta que se muera, esto haría yo. Tolerancia cero ante la intolerancia.
d) Al trullo con él. Aunque no haya hecho nada ilegal hasta el momento, como es racista seguro que en algún momento lo hará. Si está en la trena habremos evitado esa contingencia.

¿Qué dirá ahora el buen acólito? ¿Escogería en este caso la misma respuesta que antes, aunque el resultado físico de todas y cada una de ellas no haya variado? Porque no hace falta ser un genio ni tener una mínima experiencia de gentes para deducir cómo ha cambiado el caso.

La pregunta que trato de ilustrar es: ¿hay que respetar ideas que sean falsas por mucho que nos vengan envueltas en papel de caramelo que pretende hacerlas parecer respetables?

¿O hay que combatir las ideas equivocadas, vengan como vengan, que a quien hay que respetar es a las personas (algunos añaden: y su derecho a estar equivocadas, aunque éste es un dudoso derecho porque a veces una equivocación puede agredir los derechos de los demás, y nadie tiene derecho a agredir los derechos de los demás, aunque sea un hecho perdonable al haberse cometido como consecuencia de la ignorancia)? ¿No será más bien esto? Porque si es así, combatir algo o a alguien es no respetarlo. Al menos esto me lo parece a mí.

¿No será éste el sentido de la famosa frase de Voltaire no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo?

Insisto: respeta a las personas y combate (es decir, no respetes) las ideas equivocadas. ¿Acaso no es éste el lema correcto?

Y repito: tratar de quitar de la cabeza de los demás las ideas equivocadas, es uno de los mayores ejercicios de respeto a las personas. Saber que una persona está equivocada y dejarla persistir en el error bajo el lema de que hay que respetar su idea, constituye un ejemplo de la más miserable dejadez hacia el prójimo.

Personalmente me producen una risa patética esas personas que van por ahí hablando del respeto a las ideas pero luego agreden mediante el insulto, o incluso físicamente, a quien no piensa como ellas. Porque lo más chusco de todo es que, con sus ataques a la persona, esa gente está siendo coherente con lo que dice. Y es que la consecuencia no puede estar más clara. Evidentemente, si lo que hay que respetar son las ideas, ¿cómo podemos manifestar nuestro desacuerdo con lo que dice el que mantiene algo en contra de nuestra opinión, si no es agrediéndole personalmente a él?

Ésta es la conclusión degenerada a la que nos llevan corrupciones de la verdad como que hay que respetar las ideas de los demás. Corrupciones de la verdad pensadas exactamente para que la gente actúe así, rebelándose en el sentido que se busca y no en el contrario; corrupciones que, en fin, están muy bien para que las diga el político demagogo y mentiroso al uso que busca teledirigir la opinión pública introduciendo la idea de que lo correctamente pensado es lo que dice él a través de las voces de sus incautos seguidores cuyos inconscientes manipula de modo que estén dispuestos a defender lo que él diga por medio de la violencia si es preciso, ya que sabe (el político, pero no sus adeptos) que no tienen fundamentos de razón para sostenerse.

En resumen: cuando se sostiene la defensa de un argumento mediante la violencia es porque se sabe que con dicho argumento no se tiene razón. Y afirmar que hay que respetar las ideas de los demás aunque no coincidan con las nuestras es la manera más sutil e inconsciente; por tanto, la más falaz y demagógica, de invitar a la defensa de argumentos equivocados mediante la violencia.

Así que ya lo sabes. Si me vienes con el cuento de que hay que respetar las ideas, te contestaré: hay que respetarte a ti. Pero la idea de que hay que respetar las ideas es una idea que no respeto. La combato. Y así te pregunto a ti, ¡oh, respetador de ideas!: ¿respetas tú esta idea mía de que las ideas se combaten si no estás de acuerdo con ellas y se respetan cuando sí estás de acuerdo con ellas? Contesta a esta pregunta lo que tu voluntad te dicte, pero... sé coherente.

Thursday, March 12, 2015

De supuestas banderitas tricolores, repúblicas espurias y otros chismes por el estilo, o a otro perro con ese hueso.

¿Eres de los que sacan por ahí una bandera roja, amarilla y morada creyéndote de buena fe que puede representar una república, cualquier república en España? ¿Eres de los que creen a pies juntillas que el régimen al que representó en parte esa bandera era un dechado de libertades, paz y prosperidad?

Pues entonces esta entrada es para ti. Para que olvides esas tontunas con que te han hinchado la cabeza. Y rápido.

Esta bandera tricolor ostenta un título nada original, porque es copiado de la francesa roja, blanca y azul. Muchos la tienen por una bandera "universal" para cualquier república española, pero en realidad sólo representó a una de las dos repúblicas que hemos sufrido en España. Esta entrada es también para que entiendas por qué he utilizado aquí para expresarme, el verbo sufrir.

España ya había ensayado la república anteriormente, durante los años 1873 y 1874. Aquel régimen había resultado de infausto recuerdo, y poco sospechaban quienes vivieron la proclamación de la segunda en 1931, que ésta todavía lo iba a superar.

En aquella república decimonónica (1873 - 74) no se cambió la bandera tradicional, que de este modo también adquirió carta de naturaleza para representar a la nación española independientemente del modelo de Estado imperante: monarquía o república, ambas con bandera rojigualda. Con esto quedaba demostrado que la bandera debía representar a España y a los españoles, no a su régimen. Aquellos republicanos todavía románticos tuvieron bien claro un concepto que les falla a los de la bandera tricolor: la bandera pertenece y representa al país o a la nación, no a determinado régimen político. No es buena señal que un régimen político quiera representarse a sí mismo y no a la nación, y éste es un concepto que incluso Franco tuvo bien claro, al no inventarse ningún símbolo para su régimen. Todos los símbolos nacionales y estatales de la época de Franco fueron extraídos de la historia de España, y por esto es una falacia decir que existió una "simbología franquista".

Una república que ya nació espuria

La segunda república dio comienzo a partir de unas elecciones municipales que hubo en toda España el 12 de abril de 1931. Elecciones municipales quiere decir que, como hoy, se elegían concejales y alcaldes. No se trataba, pues, de un referendum para decidir si se quería un cambio de régimen político monarquía-república. Esta fue la primera irregularidad con que nació esa república y que la dotó de una naturaleza espuria.

Tampoco se vayan a creer que aquellas elecciones fueron un dechado de libertades según les gusta anunciar a los republicanos políticamente correctos de nuestros días. En ellas, las mujeres todavía no votaron. Si ellas hubieran votado, probablemente los resultados habrían cambiado de signo, pues lo cierto es que la izquierda estaba dividida entre si prefería que las mujeres votasen o no, porque sabían que el voto de la mujer sería mayoritariamente conservador y sin duda habría inclinado la balanza de las elecciones.

A los que pasean la banderita tricolor se les suele contar cuáles fueron los resultados de esas elecciones en las principales ciudades. Se les dice, con la verborrea que mejor se estile, que en las principales ciudades los republicanos ganaron.

Y tal cosa fue la que le contaron en su momento al Rey, que inmediatamente dimite para evitar una fratricida guerra civil (sus propias palabras).

Lo cierto es que posteriormente se conocen los resultados verdaderos de las elecciones en total: 5.775 concejales republicanos frente a 22.150 concejales monárquicos. Esto era lo que ocurría en total en toda España; los resultados totales, no sólo los de las principales ciudades (que éstos eran, efectivamente, los que a los republicanos les convenían). Por tanto, ya no son sólo las mujeres. La gente que no vive en las principales ciudades, que era entonces la mayoría, en un país eminentemente rural, se queda sin derechos. Ésta es la segunda irregularidad, el supuesto "amor" de los republicanos por el pueblo.

Bien, pues con esto queda constituido el régimen que la Guerra Civil finiquitó. Por obra y gracia de masas que toman la calle sin respetar lo que había votado la inmensa mayoría del pueblo español... en unas elecciones municipales, no en un referendum que nunca existió. ¿Qué estado de derecho es ese? En sus bases jurídicas puede ser comparado a un linchamiento. Por esto ha tratado de justificarse hasta la saciedad este suceso, con que si el caciquismo... pero, por muchas excusas que se pongan sobre datos que no existían concretos, los datos que sí fueron concretos están ahí.

Y en fin, ahora que ya tenemos explicado el Estado de Derecho que nos quitó Franco, según el tópico que gusta citar a los "republicanos" de turno, vamos a ver en qué consistió. Que algunos parece que andan un poco despistados.

Tal supuesto estado de derecho duró cinco años, tres meses y cuatro días.

Para empezar, y, al contrario de lo que se hizo con la Constitución de 1978nada de dar al pueblo a elegir mediante referendum si quería la constitución que ad hoc se diseñó. Las Cortes republicanas negaron al pueblo este derecho. Una constitución impuesta, sin consultar al pueblo. Hasta aquí la tercera irregularidad.

Una paz constantemente amenazada desde todos los lados políticos

Durante esos cinco años, tres meses y cuatro días, se produjeron:

Estados de prevención: 21

Estados de alarma: 23

Estados de guerra: 18

Para que nos hagamos una idea, en los 45 años que llevamos de democracia se han producido en España dos estados de alarma, el 4 de diciembre de 2010 (la huelga de controladores aéreos de Rodríguez Zapatero) y el de la primavera de 2020 (ante la pandemia de coronavirus); y un estado de excepción en 1981, declarado por el general Milláns del Bosch (23 de febrero).

Golpes de Estado: dos. Uno, fácilmente sofocado en 1932 -el del general Sanjurjoy otro, muy violento, en 1934, llevado a cabo por el PSOE, la UGT, los anarquistas (CNT) y, en definitiva, la izquierda misma que hoy ensalza la II República. Curioso, que éstos a quienes hoy se les llena tanto la boca con aquella república, entonces dieran un golpe de estado contra ella y planearan alguno más que no llegaron a llevar a cabo. El golpe de 1934 hizo que al menos la región de Asturias ya empezase por anticipado la Guerra Civil de la que tanto les gusta hablar a los "republicanos" de banderita tricolor, y que, según ellos, la empezó Franco.

Declaraciones de independencia unilaterales: una (la de Cataluña, por supuesto, ya en 1936).

Rebeliones militares: una (la del 18 de julio de 1936 que tanto denostáis, pero era absolutamente lógico que la cosa acabara así, no sólo por lo que ya os llevo dicho arriba, sino que... seguid leyendo más abajo. Y con esto no quiero justificar el régimen de Franco, sino justificar el refrán de que "lo que mal anda mal acaba."

- Víctimas de asesinatos políticos: 2.225. En 32 años desde 1968, hasta 2000, los muertos por la violencia terrorista en España de ETA, Grapo, grupos de extrema derecha y otros fueron de 1.005, es decir, menos de la mitad que la República, en un periodo seis veces más largo del que duró ésta.

Datos laborales y económicos

Huelgas: 4.204, con un total de 37,9 millones de jornadas perdidas hasta 1934, que es cuando hay datos (a partir de ahí se hacen desaparecer convenientemente).

El PIB total de la república hasta 1935 fue del -0,13% (el de 1936 ya no lo cuento, porque fue del -22,5% pero fue el año en que empezó la Guerra Civil, así que empezaríais a cacarear sobre el tema).

El PIB a precios constantes, en pesetas de 1995, nunca superó en la República al PIB de 1929, el mayor conocido hasta la fecha, de 8.707 millones de pesetas. Esta cifra no se superó hasta 1951, con 9.211 millones de pesetas.

- El consumo real privado entre 1931 y 1935 fue de media de unas 11.600 pesetas por habitante (en pesetas de 1958). Nunca superó las 12.160 pesetas per cápita a que llegó España en 1929.

No se permitía la libertad de expresión actual

Por otra parte, se necesita tener falta de vergüenza para que tipos que han sacado a pasear la bandera morapia alguna vez haciendo uso de su libertad de expresión, se quejen de la pena impuesta por insultar a las instituciones del Estado o sus representantes en función de talesAcaso, en vez de lloriquear por esto, deberían leerse la Ley de 21 de octubre de 1931 de Defensa de la República, que penaba con confinamiento o extrañamiento, o multas de hasta 10.000 pesetas (una burrada en la época) a quien cometa toda acción o expresión que redunde en menosprecio de las Instituciones u organismos del Estado.

No permitía ni exhibir símbolos históricos

Lo más ridículo desde el punto de vista histórico de estos llorones, es que hayan instaurado incluso determinada fecha al año para que ciertos representantes de algunos partidos electos, en usufructo de los cargos que ocupan en virtud de los grupos que ocasional y transitoriamente les han votado -pues no lo olvidemos, el voto no adjudica un puesto permanente, y mucho menos la propiedad de lo público para que uno lo convierta en su cortijo particular-, hasta se atreven a colgarla en edificios oficiales al lado de los símbolos representativos de la actual Constitución cuando no detentando el puesto que deberían estar ocupando éstos. Me pregunto qué responderían precisamente ellos si en ese lugar vieran ondear la bandera con el escudo del águila de San Juan, no más inconstitucional que su tricolor.

¿Tendrá esta gente idea de lo que te pasaba si exhibías una bandera rojigualda en la II República que tanto añoran, a la que representa la tricolor? La misma rojigualda que lleva presente representando a España desde el siglo XVIII, lo mismo en monarquía que en república, como veíamos más arriba. Pues si no lo saben, que lo consulten igualmente. Está en la misma Ley que he citado.

¿No tiene narices que, durante una monarquía, se sirvan del derecho que ésta les permite, de pasear banderas que según ellos representan la república, cuando la república a la que exclusivamente representa esa bandera que pasean, precisamente penalizaba fuertemente sacar a la calle banderas monárquicas, mientras que aún encima tengan el soberbio cuajo de afirmar que hay menos libertad hoy en día que la que permitía la república que ellos añoran?

Ley de Vagos y Maleantes

¿Sabrán que de esa República procede también la famosa Ley de Vagos y Maleantes, por la cual los perroflautas estarían hoy todos entre rejas y los inmigrantes ilegales expulsados de España? Porque a lo mejor esto ya no les hace tanta gracia, a estos colegas.


Alguna cosa buena habría tenido la República

Evidentemente, la República tuvo alguna cosa buena pero no fue precisamente que se tratase de un Estado de Derecho o que fuera el remanso de paz y tranquilidad que pretenden hacernos creer.

Los que se pasan la vida suspirando por aquel paraíso, permítanme que me ría. A burlarse de otro, majos.

  • Para completar estos datos, puedes visitar también estas entradas:
  • Reseña del libro Cifras Cruentas, en el que se desglosan los principales datos estadísticos de las tres legislaturas que duró la República, y que dan una idea bastante clara del desastre humano que supuso).
  • Sobre la rebelión agraria de 1936 contra el gobierno del Frente Popular, un episodio casi desconocido porque evidentemente no conviene airearlo para la "memoria histórica". 
  • La II República. Un saco de mentiras, verdades a medias y una falta de memoria absolutamente histórica. 

 

Sunday, March 8, 2015

La leyenda urbana de que es imposible demostrar la inexistencia de lo inexistente

He leído por ahí atribuida a varios filósofos, entre ellos Ludwig Wittgenstein, la afirmación de que, así como es posible demostrar la existencia de muchas cosas, es imposible demostrar la inexistencia de nada, sea lo que sea.

Pero yo estoy seguro de que o bien es mentira que Wittgenstein hubiera apoyado tal afirmación, o bien han interpretado mal algún pasaje suyo, o bien estaba equivocado.

Y aunque lo hubiese afirmado, lo siento mucho por él, pero de todos modos, la filosofía de Wittgenstein también está sujeta a errores. Él mismo la atacó en Los cuadernos azul y marrón e Investigaciones filosóficas.

El error de afirmar que es imposible demostrar la inexistencia es simplemente burdo y fácil de desmontar. Atención, porque otro error muy diferente sería afirmar que algo exista porque no se pueda demostrar su inexistencia. Éste sería equivalente al también error de afirmar que algo no exista porque no se pueda demostrar su existencia.

Pero aquí vamos al que nos interesa, que es el error de afirmar la indemostrabilidad de la inexistencia de todo lo realmente inexistente, dejando aparte lo existente admitiendo como axioma que cualquier demostración de inexistencia de lo existente sería imposible. Lean lo que sigue, atentamente con objeto de no perderse.

Hay varias supuestas "demostraciones" (todas ellas en la imaginación de sus emisores) de esa simpleza de que no se puede demostrar que no existe lo inexistente. Empezaremos por la más tautológicamente ridícula, por tratarse del conocido y básico sofisma (de verdad, consulten cualquier manual básico de Filosofía) llamado petición de principio: Si no existe no se puede comprobar su inexistencia, simplemente no existe.

Es decir, desmenuzando este "razonamiento":
-¿Por qué no existe algo?
-Porque no se puede demostrar su inexistencia.
-Y ¿por qué no se puede demostrar su inexistencia?
-Porque no existe.
-Pero... ¿por qué no existe?
-Porque no se puede demostrar su inexistencia...
Y volvemos al principio, y así indefinidamente.

Además de la falsedad de la afirmación (pues el hecho de que no se pueda demostrar la inexistencia de algo no significa necesariamente que no exista, lo cual no es lo mismo que lo que ellos afirman de que lo inexistente no se pueda demostrar como inexistente, y así se confirma que el que miente en una sola cosa luego tiene que inventar más mentiras para apoyar esa mentira inicial), queda al descubierto la inconsistencia de la afirmación: "Juan se llama Pedro porque si sus padres le hubieran puesto Juan se llamaría Juan", y vuelta al inicio. Quien hace afirmaciones así, o no tiene nivel intelectual, o se cree que los demás no lo tienen; mejor recomendarle que vuelva a cursar Enseñanza Media (si es que la hizo), si es posible asistiendo con atención a la asignatura de Filosofía (supongo que a estas alturas la habrán eliminado ya; de todas formas, ya hacía muchos años que se estaba enseñando de mala manera porque no interesa que la gente tenga conocimientos y a la vez piense; o una cosa o la otra, pero todo a la vez no...)

En segundo lugar, tenemos a los que afirman una ocurrencia tan peregrina y estrambótica como que no podemos saber lo que no existe en todo el Universo; a lo mejor algo que aquí es demostrable que no existe, sí existe en otro lugar... Este argumento suele venir camuflado entre mil detalles pseudocientíficos e incluso recurriendo para apoyarlo a supuestas autoridades, con objeto de aumentar el bulto y reducir la claridad en torno a lo que se afirma. Huelga meterse en todo el intrincado bosque de dimes y diretes con que cada uno lo adorna ad libitum; basta con recurrir a la Ciencia para reducir esta afirmación al simple absurdo. Al final de este artículo daré una lista con algunas de las cosas que científicamente se probaron como inexistentes, pero en este punto me limitaré simplemente a un razonamiento inteligible por un niño de siete años:

-Todo hecho científico es comprobable científicamente.
-Un hecho no comprobable científicamente, no es científico.
-Hay lugares a donde la ciencia no puede llegar.
-En los lugares a donde la ciencia no puede llegar, no se puede comprobar científicamente la no existencia (o la existencia) de las cosas.
-Por tanto, la inexistencia (o existencia) de las cosas que están en los lugares a donde la ciencia no puede llegar, no es científica
 -Por tanto, afirmar que no se puede afirmar la no existencia (o existencia) basándose en que hay cosas que pueden existir o no existir en lugares a donde la ciencia no puede llegar, no es científico.

Esta afirmación puede expresarse de mil maneras, como que tampoco podemos saber si en otro lugar del Universo cambian de tal manera las leyes físicas que hacen realmente inexistente las cosas que nosotros aquí creemos existentes según "nuestras" leyes. Son teorías tan locas que demuestran que la afirmación que las produce es simplemente filosófica pero no empírica en absoluto. Lo que ocurra en lugares del Universo inalcanzable para nuestra experiencia empírica, es imposible para nosotros ponderarlo de ninguna manera, ni subjetiva ni objetiva.

Pero no necesita uno seguir aumentando la lista y meterse en más berenjenales por este camino. Porque resulta que la propia afirmación de la imposibilidad de demostrar la inexistencia de cualquier cosa que no exista, es ella misma falaz por su propia naturaleza.

Como lo leen. Y queda claro así: Si se sostiene que es imposible demostrar la inexistencia, se implica con ello que toda combinación de fórmulas, premisas o reglas que pueda dar como conclusión la evidencia de la inexistencia de algo es inexistente. Por tanto, ya que la inexistencia de lo inexistente no se puede demostrar según la afirmación misma, es imposible demostrar tal inexistencia de tales combinaciones de premisas, fórmulas o reglas. Con lo cual nos encontramos ante una aseveración que admite la indemostrabilidad de lo que ella misma establece como cierto. Luego, es una aseveración indemostrada e indemostrable. Una aseveración gratuita que un filósofo consistente no puede hacer.

Incluso tiene guasa que, para rematar la faena, el supuesto "filósofo" pardo de turno a menudo trate de razonar con objeto de avalar la presunta veracidad de la afirmación de la imposibilidad de hallar reglas para demostrar la inexistencia de algo, ya que de este modo precisamente lo que está haciendo es incumplir su propia afirmación, al tratar de aportar información que demuestre la inexistencia de un método que demuestre la inexistencia. Por tanto, lo único que inadvertidamente está haciendo es ir en contra de la verdad de la indemostrabilidad de la inexistencia de algo que predica su propia frase, ya que con sus supuestas pruebas nos muestra cómo puede ser demostrada una indemostrabilidad: la indemostrabilidad de que puede demostrarse la indemostrabilidad. Evidente contradicción.

No se trata de un simple juego de palabras, sino que es posible formalizar este tipo de afirmaciones y demostrar mediante lógica matemática que son contradictorias. Aunque nada es imposible en cuanto a contradicciones establecidas en este mundo de la filosofía, se me hace muy difícil imaginar que un pensador que presumía de ser esencialmente positivista como Wittgenstein hubiera podido sostener afirmaciones de una inconsistencia lógica tan evidente.

En realidad, es tan formalizable en lógica matemática como que se trata de una figura tan conocida como la llamada Paradoja de Russell. En este caso, dicha paradoja afirma como cierta la inexistencia de cualquier modo de demostrar la inexistencia. Que cualquier aseveración sea cierta desde el punto de vista lógico o científico implica que tiene que ser demostrable, ya que, si no fuera demostrable, sería imposible saber si es cierta o falsa; por tanto, en ciencia no se puede presentar como cierta, sino como teoría o conjetura hasta que se demuestre su verdad o falsedad.

A propósito, dicha paradoja de Russell es la misma que acabó de un soplo con el longevo y laborioso sueño matemático de la teoría de conjuntos de Cantor y Frege, lo cual fue una decepción para ellos porque significaba el derrumbe mediante un sencillo toque de un complicado trabajo que les había llevado toda la vida. Igualmente, con más razón, liquida la leyenda urbana de que no existe ninguna forma de demostrar la inexistencia de nada. Porque a estas alturas ya la podemos denominar como eso: una leyenda urbana.

Pero, por si todavía quedan recelos sobre lo expuesto arriba, podemos echar un vistazo a la historia de cualquier disciplina científica humana, y la encontraremos llena de demostraciones de inexistencia. Estas demostraciones no son una excepción, sino que constituyen cientos, quizás miles. De hecho, casi siempre que una teoría es desechada como falsa, es porque algo se ha demostrado inexistente en ella. A renglón seguido ofrezco un pequeño florilegio de ejemplos:

1.- Matemáticas

  • Hasta hace veinticuatro siglos, muchos matemáticos tenían la teoría de que existía un número primo máximo, más alto que todos los demás, a partir del cual ya todos los números superiores dejarían obligatoriamente de ser primos. Esto parecía lógico ya que se había observado que, según se va creciendo en los números naturales, los números primos se van distanciando cada vez más, debido al mayor número de posibles divisores que les van quedando por debajo. Pero hacia el año 300 a.C. llegó Euclides, quien de repente demostró matemáticamente que no existe el número primo máximo.
  • La mejor prueba de cuán ilógico es decir que la inexistencia no puede ser demostrada, es que la ciencia más lógica, la Matemática, es precisamente la que tal vez cuenta con la mayor cantidad de demostraciones de inexistencia. Otros casos son, por ejemplo, el muy célebre de la inexistencia de números enteros positivos x, y y z, tales que se cumpla la igualdad   x^n + y^n = z^n  \,, antigua conjetura formulada por Fermat en 1637 pero demostrada matemáticamente, y por tanto, elevada al rango de teorema en 1995 por Wiles; o la inexistencia de un método que contuviese sólo las operaciones de suma, resta, multiplicación y división para resolver ecuaciones de grado 5 o superiores, demostración llevada a cabo por Galois a principios del siglo XIX.

2.- Física

Son numerosas también las demostraciones de no existencia en Física. Aporto un par de ejemplos:

3.- Química

  • La inexistencia del elemento llamado flogisto, al que se atribuía la propiedad de hacer arder cualquier otro elemento o compuesto, fue demostrada por Lavoisier en el siglo XVIII.

4.- Biología

  • La inexistencia de la generación espontánea de la vida, demostrada por el sacerdote Lazzaro Spallanzani en 1769.

5.- Medicina

  • A principios del siglo XX, el español que fue premio Nobel de Medicina, Santiago Ramón y Cajal, demostró la inexistencia de una conexión física entre las neuronas.

6.- Geografía

  • Al igual que en las demás materias citadas, en Geografía existen incontables demostraciones de inexistencia. En diferentes momentos de la Historia se supuso la existencia de todo tipo de accidentes geográficos cuya ausencia fue probada más tarde. Por ejemplo, James Cook demostró la inexistencia del que se denominaba Continente Austral; eso sí, para descubrir que existía una masa de hielo en su lugar.

Ejemplos hay muchos más, sólo hace falta tener la voluntad de buscarlos. Pero en fin, creo que ya es suficiente con esta reducida antología para ayudar a entender que sí, la inexistencia es demostrable o indemostrable tal y como lo es la propia existencia. Y es que recuerda: si afirmamos la inexistencia de pruebas para poder demostrar la inexistencia de las cosas, también afirmamos la inexistencia de pruebas para poder demostrar esta afirmación misma. Con lo cual la creencia en ella como verdad pasa a ser simplemente profesión de fe. Una fe que se demuestra falsa, a tenor de las demostraciones de inexistencia que existen.

Si conoces otros casos de demostraciones científicas de la inexistencia de algo, te invito a que los dejes en la caja de comentarios.

Para saber algo más:
https://goo.gl/Myuqe4
https://goo.gl/97KFNZ