Saturday, March 21, 2015

Porque aunque no estés de acuerdo con las ideas ajenas, hay que respetarlas y bla, bla, bla...

Claro, claro.

Y si no estás de acuerdo con las enfermedades, sin duda debes respetarlas también. No se vayan a extinguir y se queden los médicos sin el motivo que les da el pan suyo de cada día.

Y los conejos ponen huevos y las ovejas son carnívoras. Pues qué les voy a decir a ustedes. Que para contar batallitas ya estaba el abuelo Cebolleta.

Pero creo que deberíamos empezar por el principio.

Que hay que respetar las ideas de los demás aunque no estemos de acuerdo con ellas es la catedral de las falsedades demagógicas. Una mentira que sirve a los implantadores del pensamiento único como base de toda su falacia para que acabemos aceptando que todo lo que dicen es cierto y está bien. Lo que digo yo, no sé si hay que respetarlo o no, porque no soy yo quien dice que hay que respetar las ideas. Es mi contrincante ideológico quien, mediante el empleo de la susodicha frasecita, me está pidiendo que respeten las suyas. Porque claro, con algo que he dicho he ofendido sus ideas. Como si las ideas fueran seres conscientes y se pudieran sentir ofendidas por lo que yo he dicho o hecho.

Y bien. Pero el simple hecho de decirme que yo respete sus ideas... ¿respeta las mías? Pues yo diría que se deben pensar más las cosas antes de decirlas. ¿Respeta mi idea de que las ideas no son lo que debe ser respetado? Porque ojo, que con esa frasecita puede que no estés respetando mis ideas. ¿Se justifica la frase por sí misma? ¿Tienes más razón por decirla? ¿Tengo yo menos razón por no creérmela? Estamos discutiendo. Y si lo digo yo en lugar de tú, cada vez que estoy advirtiéndote que hay que respetar las ideas, ¿me refiero también a las tuyas, que combaten las mías?

¿Por qué en lugar de emplear ese tópico no empiezas por decir la verdad y admitir que el ofendido eres ? ¿Que a tus ideas les trae al pairo lo que yo haya dicho de ellas, pero que a ti te molesta que yo las ataque porque sientes que, de alguna manera, no son defendibles mediante el razonamiento al menos más allá de donde lo son las mías? ¿Por qué tengo que respetar tus ideas si creo que tú estás equivocado sosteniéndolas? ¿No es, acaso, mi máxima expresión de ejercicio de respeto hacia tu persoma, el tratar de combatir tus ideas equivocadas para sacarte del error e introducirte en las correctas?

Propondré un ejemplo populista y demagógico. Lo populista y demagógico es prometer o ejemplificar utilizando aquello que a la mayor parte de gente posible le gusta proclamar que cree o practica porque se supone que la lógica (aunque sea mentira y no exista tal lógica) dicta que hay que hacerlo así para ser considerado mejor persona. Lo demagógico no viene a cuento a efectos prácticos del resultado que se debería buscar en el ejercicio correcto de una acción pública. Es más, puede incluso ser perjudicial para ese resultado. Pero no importa, porque cuando utilizamos la demagogia lo que nos interesa es captar la simpatía de la gente, no obtener buenos o malos resultados con la conducta que ella espera de nosotros.

Un demagogo alaba el ego de las personas que le escuchan tratando de hacerles ver que, si le apoyan a él, de alguna manera van a ser mejores personas. Y que es tarea de todos ser mejores personas, algo que se llevará a cabo en conjunto si el que sale ganando es él, mediante el voto de la gente.. Por ejemplo, hace un estudio para detectar a quién demoniza el público, quiénes son los espantajos y cocos de las masas en el momento de la campaña electoral, y como resultado publica un programa ad hoc en el que se perjudica al demonizado para que los electores sientan que, votándole a él, de alguna manera colaborarán en castigar al motivo de su odio de una manera colaborativa y popular.

Pues aquí va mi ejemplo demagógico: si usted se encontrase frente a alguien que de momento no hubiera hecho nada ilegal pero al mismo tiempo se diera cuenta de que esta persona es racista, ¿qué haría?

a) Nada.
b) Dialogar con él o reeducarle para sacarle de su error.
c) Aplicarle la pena de muerte.
d) Le metería en la cárcel.

Probablemente el orden lógico de las respuestas sería éste: b, a, d, c. Todas ellas son ideas. ¿Las respetaría usted todas? El buen acólito del hay que respetar las ideas probablemente diría que sí, que todas son respetables aunque no estemos de acuerdo con ellas.

Para que vean la diferencia, ahora voy a escribir las mismas respuestas sin cambiar para nada su resultado práctico pero prosiguiendo en el tono demagógico de lo que es la pregunta:

a) Nada. Cada uno tiene derecho a pensar como le dé la gana. Además ¿qué tiene de malo ser racista? Yo también lo soy.
b) Tratar de convencerle de que ser racista es malo, que así seguro que dejará de serlo. Los seres humanos son buenos por naturaleza.
c) Ese tipo es un impresentable. Darle una buena tunda de palos hasta que se muera, esto haría yo. Tolerancia cero ante la intolerancia.
d) Al trullo con él. Aunque no haya hecho nada ilegal hasta el momento, como es racista seguro que en algún momento lo hará. Si está en la trena habremos evitado esa contingencia.

¿Qué dirá ahora el buen acólito? ¿Escogería en este caso la misma respuesta que antes, aunque el resultado físico de todas y cada una de ellas no haya variado? Porque no hace falta ser un genio ni tener una mínima experiencia de gentes para deducir cómo ha cambiado el caso.

La pregunta que trato de ilustrar es: ¿hay que respetar ideas que sean falsas por mucho que nos vengan envueltas en papel de caramelo que pretende hacerlas parecer respetables?

¿O hay que combatir las ideas equivocadas, vengan como vengan, que a quien hay que respetar es a las personas (algunos añaden: y su derecho a estar equivocadas, aunque éste es un dudoso derecho porque a veces una equivocación puede agredir los derechos de los demás, y nadie tiene derecho a agredir los derechos de los demás, aunque sea un hecho perdonable al haberse cometido como consecuencia de la ignorancia)? ¿No será más bien esto? Porque si es así, combatir algo o a alguien es no respetarlo. Al menos esto me lo parece a mí.

¿No será éste el sentido de la famosa frase de Voltaire no estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo?

Insisto: respeta a las personas y combate (es decir, no respetes) las ideas equivocadas. ¿Acaso no es éste el lema correcto?

Y repito: tratar de quitar de la cabeza de los demás las ideas equivocadas, es uno de los mayores ejercicios de respeto a las personas. Saber que una persona está equivocada y dejarla persistir en el error bajo el lema de que hay que respetar su idea, constituye un ejemplo de la más miserable dejadez hacia el prójimo.

Personalmente me producen una risa patética esas personas que van por ahí hablando del respeto a las ideas pero luego agreden mediante el insulto, o incluso físicamente, a quien no piensa como ellas. Porque lo más chusco de todo es que, con sus ataques a la persona, esa gente está siendo coherente con lo que dice. Y es que la consecuencia no puede estar más clara. Evidentemente, si lo que hay que respetar son las ideas, ¿cómo podemos manifestar nuestro desacuerdo con lo que dice el que mantiene algo en contra de nuestra opinión, si no es agrediéndole personalmente a él?

Ésta es la conclusión degenerada a la que nos llevan corrupciones de la verdad como que hay que respetar las ideas de los demás. Corrupciones de la verdad pensadas exactamente para que la gente actúe así, rebelándose en el sentido que se busca y no en el contrario; corrupciones que, en fin, están muy bien para que las diga el político demagogo y mentiroso al uso que busca teledirigir la opinión pública introduciendo la idea de que lo correctamente pensado es lo que dice él a través de las voces de sus incautos seguidores cuyos inconscientes manipula de modo que estén dispuestos a defender lo que él diga por medio de la violencia si es preciso, ya que sabe (el político, pero no sus adeptos) que no tienen fundamentos de razón para sostenerse.

En resumen: cuando se sostiene la defensa de un argumento mediante la violencia es porque se sabe que con dicho argumento no se tiene razón. Y afirmar que hay que respetar las ideas de los demás aunque no coincidan con las nuestras es la manera más sutil e inconsciente; por tanto, la más falaz y demagógica, de invitar a la defensa de argumentos equivocados mediante la violencia.

Así que ya lo sabes. Si me vienes con el cuento de que hay que respetar las ideas, te contestaré: hay que respetarte a ti. Pero la idea de que hay que respetar las ideas es una idea que no respeto. La combato. Y así te pregunto a ti, ¡oh, respetador de ideas!: ¿respetas tú esta idea mía de que las ideas se combaten si no estás de acuerdo con ellas y se respetan cuando sí estás de acuerdo con ellas? Contesta a esta pregunta lo que tu voluntad te dicte, pero... sé coherente.

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