Wednesday, July 20, 2016

La "falacia ecológica" II

A vueltas con la falacia ecológica.


Como veíamos en nuestra entrada anterior, tenemos un artículo de Wikipedia que define la falacia ecológica como algo aparentemente distinto a lo que afirma la fuente en la que dice basarse.

Recordemos:


a) de la definición de falacia ecológica que aporta el Diccionario IQB, se desprende como verdad que el hecho de que el agente que causa una enfermedad se encuentre establecido en una población no implica necesariamente que cada individuo que contrae la enfermedad lo haga por esa causa. La falacia consistiría en decir, por ejemplo: "la mitad de los fumadores muere de cáncer de pulmón. Por tanto, quienquiera que contraiga cáncer de pulmón entre los fumadores, lo contraerá por fumar" (cuando es falso, ya que entre los fumadores enfermos puede haber muchos que hayan contraído ese cáncer por otras causas).

b) Sin embargo, el artículo de la Wikipedia no es coherente. Tal y como se explica en el primer apartado, deriva en esta verdad: si en determinado grupo ya encontramos determinado porcentaje de personas enfermas, no podemos afirmar que una persona tomada al azar de ese grupo padezca también la enfermedad por muy grande o pequeño que sea dicho porcentaje. Por ejemplo, la falacia sería así: la mitad de los fumadores muere de cáncer. Por tanto, si tomamos al azar a un fumador cualquiera, seguro que estará enfermo de cáncer. O bien un tópico: Los suecos son rubios en un porcentaje muy alto. Luego, si tomamos un sueco al azar, va a ser que indefectiblemente es rubio.


Irregularidades en la Wikipedia


Sobre dicha definición de la Wikipedia advertimos asimismo una serie de irregularidades. La más llamativa es que trasciende el ámbito de la propia Lógica para sumirse en explicaciones sobre lo convencional y lo moral que no deberían en ningún modo aparecer en un artículo serio sobre el tema. No podemos identificar al grupo con los enfermos de tal enfermedad, se nos viene a decir; y esto lo funde con la supuesta falacia misma, como si tal identificación obedeciera a algún proceso lógico equivocado (que realmente no obedece a ninguno, ni equivocado ni sin equivocarse). Es decir, que habla literalmente de estereotipos, modelos cuyo estudio pertenece a la psicología y no a la lógica, dado que son arbitrarios y convencionales variando ampliamente de acuerdo con la mentalidad y la cultura de quienes los expresan, igual que los significados se asocian a las palabras sin que exista ninguna relación lógica entre el significante y el significado. Para ilustrar la supuesta falacia expone un ejemplo que no se deduce en ninguna lógica a partir de la definición que encima emite sobre lo que es el tema tratado: la mitad de los fumadores muere de cáncer de pulmón, luego la otra mitad de ellos nunca muere; cuando, de acuerdo con lo explicado desde un principio, tal supuesta falacia debería expresarse del modo al que más arriba hemos hecho referencia.

¿Quién tiene razón? ¿Cuál de las dos explicaciones se corresponde con el verdadero concepto de falacia ecológica?

Para dilucidarlo, nos remontamos a los mismos orígenes de la expresión falacia ecológica. Ya sabemos que fue descrita por Thorndike en 1939 y por Robinson en 1950. De modo que, si recurrimos a ellos, podremos encontrar la verdad y zanjar la discusión.

¿Por qué se llama ecológica?


El principio del artículo vinculado lo explica: Los estudios ecológicos se caracterizan por tener como unidad de análisis a las poblaciones, y constituyen una fuente importante y frecuente de información comprobada en salud ambiental.

Copio y pego a renglón seguido la explicación sobre la falacia ecológica que el mismo artículo ofrece:

La falacia ecológica consiste en llegar a conclusiones sobre los individuos con base en datos de la población a la que pertenecen. Su nombre se debe a Selvin, quien en un análisis crítico hecho al trabajo clásico de Durkheim sobre el suicidio, usó el adjetivo "ecológico" para referirse a los datos agrupados. Dicho error aparece cuando un investigador asume que las relaciones entre los diferentes factores considerados en un estudio ecológico, se expresan de igual manera a nivel individual. Por ejemplo, en un estudio ecológico hecho con base en los datos de 120 condados del estado de Kentucky, se encontró una asociación entre la presencia de triazinas en el agua subterránea y la incidencia de cáncer de mama, hallazgo que fue refutado en un estudio de cohorte en 20.824 fumigadores publicado nueve años después, en el cual no se evidenció dicha asociación. Aunque la inferencia causal a partir de datos ecológicos aplicados a nivel individual es insuficiente para configurar una falacia ecológica, pues deben existir datos individuales que la confirmen, resulta una buena práctica el evitar las inferencias causales en niveles de observación diferentes a los analizados.


Por fin, descubierto el tinglado


Esta explicación es bastante confusa, de modo que nos animamos a ir al propio artículo de Thorndike (1939) citado, con la esperanza de que nos arroje algo de luz sobre el tema. Y ciertamente lo hace. Traduzco:

Sobre la falacia de aplicar las correlaciones encontradas en los grupos a las correlaciones entre grupos menores o individuos que componen aquéllos:
Si la correspondencia entre dos rasgos, A y B (pónganse pobreza y delincuencia) en n grupos (pónganse los residentes en w barrios) arroja un cierto valor K, la correspondencia entre A y B en los individuos y las familias que componen los grupos no tienen necesariamente que ser K, y no lo serán, excepto bajo circunstancias muy especiales.

Y así queda perfectamente definida la ley que se deduce de la falacia ecológica, que viene a ser, si nos fijamos en ella, una paradoja.

Es decir:  si estudiado ecológicamente (es decir, en masa) el grupo de los europeos (n) que viven en toda Europa (w) que tienen existiendo entre ellos el rasgo sueco (A), se demuestra que los que lo tienen también adquieren el rasgo rubio (B) en un 90%, (K), el rasgo sueco (A) y el rasgo rubio (B) NO tienen necesariamente que aparecer asociados al 90% cuando el estudio se hace individualmente, y no aparecerán, excepto bajo circunstancias muy especiales.

Y aquí está el problema: la falacia es ecológica (porque se refiere a estudios ecológicos, es decir, amplios de población), pero no tiene necesidad de ser lógica. Parece lógico decir que si un 90% de los europeos que son rubios son suecos, el 90% de los europeos que se tomen en un estudio individual y que sean rubios también, deberían ser suecos, y el 90% de los que sean suecos deberían ser rubios, ya que caen dentro del grupo, pero la verdad es que NO tiene por qué ser así. Es simplemente producto de una observación empírica, y el resultado como tal no tiene obligación lógica de sujetarse a las leyes de la lógica. Por eso es un error utilizarla directamente como premisa en una sucesión que pretenda ser lógica.

Es de ver que, para que el sentido de la paradoja ecológica se mantenga, no podemos perder de vista la asociación entre A y B, y no confundir ninguno de estos rasgos con el grupo n; es decir, que si hemos llamado A al rasgo sueco B al rasgo rubio, el grupo n es el grupo de los europeos, que no podemos identificar como lo mismo que el rasgo Asueco, sino como dos parámetros que pueden ser coincidentes, aunque siempre diferentes.

Así, por ejemplo, una cosa sería ser suecos como grupo, diferente de suecos como rasgo, y ambos debemos respetarlos separados desde el principio al final de la ley, tal y como nos lo muestra Thorndike en la cita. Para que se vea, estudiada para el grupo exclusivo de los suecos, la afirmación anterior quedaría así:

Si estudiado en masa el grupo de los suecos (n) que viven en Suecia (w), en medio de los cuales cunde el rasgo ser sueco (A), demuestra que éste coincide son ser rubios (B) en una relación de un 90% (K), el rasgo sueco (A) y el rasgo rubio (B) no tienen necesariamente que aparecer asociados al 90% cuando cada persona del grupo de los suecos se estudia individualmente, y no aparecerán excepto bajo circunstancias muy especiales.

Que coincida el rasgo con el grupo elegido, sería sólo una de las muchas situaciones especiales que se pueden dar en el conjunto de estudio. Como veremos más adelante, la paradoja ecológica no tiene resultados fijos, y existen incluso fórmulas que más o menos regulan las conclusiones.

Otro ejemplo: llamemos A a las triazinas, B al cáncer de mama, y w a tu comunidad, cuya agua tiene triazinas. Aplicado a la explicación de la falacia ecológica en el artículo citada más arriba: si un estudio de la totalidad (ecológico) de tu barrio w muestra una relación K entre las triazinas A y la incidencia del cáncer de mama B, la atención a los casos personales e individuales, o en grupos pequeños, que supone un estudio de cohorte no tiene por qué mostrar la misma relación K entre las triazinas A y el cáncer de mama B que mostró el estudio ecológico. Es más, no lo hará, excepto bajo circunstancias muy especiales.

Dicho de otro modo: los estudios sobre grandes grupos muestran resultados que, en los estudios individuales, no se aprecian sobre cada caso en particular, y viceversa. Que las triacinas observadas actuando sobre grandes poblaciones muestren causar cáncer de mama y estén en el agua de tu comunidad, no es necesariamente prueba para acusarlas a ellas del cáncer de mama que tú padeces. Que el rasgo sueco observado en el grupo de los suecos muestre asociación con el rasgo rubio, no es necesariamente prueba para decir que él es el causante de que tú, que perteneces al grupo de los suecos, seas rubio también.

Abusos de la falacia ecológica


Además de advertir, como ya venimos haciendo (lo cual motivó estas entradas), que se ve por ahí llamarle falacia ecológica a cosas que no lo son, debemos puntualizar unas cuantas utilizaciones erróneas o sofísticas de la misma.

En primer lugar: no conservar los rasgos como tales y confundirlos con los grupos, que es lo que ha llevado a confundir esta falacia con un alegato contra los estereotipos (que, como habíamos dicho en la entrada anterior del blog, no son motivo de estudio de la lógica sino de la psicología). Sin comentarios.

En segundo lugar, recordar que la falacia ecológica, a pesar de su nombre de falacia, no es una figura lógica, sino una ley observada en estudios estadísticos. Adviértase que, a pesar de la conclusión que la falacia implica, el resultado no es concluyente para todos los casos, pues se nos dice: la correspondencia entre A y B en los individuos y las familias que componen los grupos no tienen necesariamente que ser K, y no lo serán, excepto bajo circunstancias muy especiales. De modo que sí es posible que, en ciertos casos, esa correspondencia exista. De hecho, se puede incluso calcular si es necesario que exista.

Es más, cabe advertir que la relación entre las correspondencias entre rasgos descubiertas por un estudio ecológico y las correspondencias entre los mismos rasgos arrojadas por un estudio individual sobre las mismas poblaciones, no son totalmente azarosas ni caprichosas, sino que, como la aleatoria, se sujetan a fórmulas. Por ello, no puede utilizarse esta denominada falacia como si fuera una figura lógica para negar rotundamente la mayor sin estudiar antes las circunstancias en las que la estamos aplicando. No podemos decirque los suecos observados en masa se demuestre que son rubios, NO ES prueba de que cada sueco observado individualmente tenga que ser rubio por ser sueco, porque, bajo especiales circunstancias, sí podría serlo.

Al contrario de lo que muchos usuarios de esta falacia pretenden al invocarla para volverla en sofisma a su favor, la misma no implica ni pretende implicar para nada que los resultados obtenidos por los estudios ecológicos masivos deban ser desechados por falsos porque no se puedan apreciar en cada uno de los seres individuales sometidos a los estudios pormenorizados. Simplemente se limita a eso: a establecer que los resultados observados en los estudios grandes (ecológicos) no tienen por qué reflejarse en todos y cada uno de los ejemplares de la población estudiados individualmente.


  • Por ejemplo, no es admisible interpretarla así: las triazinas no provocan cáncer porque, aunque así se ve en los estudios ecológicos, los estudios individuales no demuestran una asociación entre triazina y cáncer. Más bien al contrario, habría que hacerlo así: las triacinas sí provocan cáncer, pues así lo demuestran los estudios masivos, pero en los estudios pormenorizados no se puede constatar esto en cada uno de los casos individuales tomados.
  • E igualmente, por ejemplo no se puedelos suecos no son rubios porque, aunque según los resultados de los estudios ecológicos se ve que sí, resulta que esto no tiene por qué reflejarse en los estudios individuales. Más bien al contrario, como ya hemos mostrado más arriba, establecería: los suecos son rubios porque todos los estudios ecológicos así lo demuestran, pero esto no es prueba de que todos y cada sueco tomado individualmente sea rubio.

Así pues, concluyo que el diccionario IQB parece tener más razón que la Wikipedia, y alguien tendrá que corregir ésta.

Hechos y suposiciones sobre la "Falacia Ecológica"

La Falacia Ecológica


En otro artículo analicé el significado del término específico prueba diabólica. En esta entrada le toca el turno a otra expresión de ésas que igualmente ha sido tomada en usufructo de un ámbito diferente al de la lógica para introducirlo en ésta de un modo a veces arbitrario para simplemente dar rimbombancia o aparente seriedad a algún paso que pudiera resultar sospechoso dentro de un determinado proceso de razonamiento no avalado por la teoría de la argumentación. Como ya saben por el título, me refiero a la expresión falacia ecológica.

Me referiré a un error en la Wikipedia, pero antes de que el lector proceda sobre el texto que sigue, quisiera advertirle de algo muy importante: constituiría una falacia en sí mismo, el razonamiento de que, porque la fuente que la Wikipedia utiliza como supuesta documentación para definir lo que es la falacia ecológica no coincida con lo que ella define como tal, ya ella se equivoca en lo que es la falacia ecológica. Obviamente, la naturaleza del funcionamiento de esta enciclopedia en línea permite suponer que la equivocada pueda ser la fuente citada, mientras la Wikipedia haber basado su información en otra documentación distinta que luego no cita.

En lógica, una falacia es un razonamiento erróneo. Aunque algunos no diferencian entre falacia y sofisma, lo cierto es que propia y técnicamente sí se trata de figuras diferentes. Según Catenacci, Cuando el uso de la falacia es intencional, se le suele llamar «sofisma», y a las falacias no intencionales se las llama «paralogismos» (Ver Catenacci, J. I., Introducción al Derecho, Buenos Aires: Astrea, 2006, p. 333).


No es un término lógico.


Ya de entrada, uno se pregunta por qué se llama así. Y es que el término falacia ecológica no procede de la Lógica. Falacia, sí; pero ecológica no es un término específico de esta disciplina filosófica.

Según este artículo de la revista biomédica del Instituto Nacional de Salud de Colombia, la falacia ecológica, descrita por Thorndike en 1939 y por Robinson en 1950, consiste en llegar a conclusiones sobre los individuos con base en datos de la población a la que pertenecen.

Así pues, falacia ecológica no es un término lógico, sino que es un término médico referido al ámbito de la patología epidemiológica. Por tanto, como tal término médico que es, si queremos informarnos completamente sobre ella y su significado, en principio no deberíamos ir a hacerlo en la Lógica, sino en la Medicina. Y así es exactamente como empieza la propia Wikipedia , que lo documenta en este diccionario de terminología médica, en el que posteriormente tendremos que constatar si se corresponde con alguna concreta de las figuras que llamamos falacias en Lógica.

Dicho de otro modo: si habláramos de falacia en Lógica, nos estaríamos refiriendo a una concatenación de premisas falsa. Pero aquí estamos en Medicina, de manera que si queremos saber a qué se refiere, habrá de ser a esta disciplina a quien le preguntemos qué quiere decir con falacia ecológica.

Dicho diccionario online define falacia ecológica como la falsa suposición de que la presencia de un factor patógeno y una enfermedad en una población pueden aceptarse como prueba de que el agente es la causa de la enfermedad en un determinado individuo.

Como ya he dicho, este diccionario es la única referencia aportada como base para el artículo Falacia ecológica de la Wikipedia, que es la fuente de información más ampliamente utilizada en Internet. Ya de entrada se observa que el artículo de la Wikipedia es bastante más extenso que lo que nos explica la fuente, con lo cual uno se pregunta de dónde sale toda la información extra que la entrada aporta; dónde está la documentación para establecer que un caso particular de la Medicina siente cátedra en Estadística y en toda la Lógica en general, como se afirma, y no puede por menos que asaltarle la duda de si la entrada no habrá sido escrita ad hoc para documentar algún determinado trabajo según convenga al autor. Es decir, que alguien pueda haber utilizado el término falacia ecológica para crear un sofisma.

Es un término sanitario.


Lo primero que haremos es entender bien la definición de "falacia ecológica" en el diccionario médico para establecer si efectivamente, desde el punto de vista lógico filosófico o matemático, presenta la misma construcción esquemática o formal que explica el artículo de la Wikipedia.

Nos llama la atención que el término sanitario no define un falso proceso de razonamiento, la concatenación de premisas de que hablábamos arriba como definición de falacia, sino una falsa suposición. Una suposición no es una argumentación, que en lógica es un argumento; sino un argumento, el cual en Lógica es una premisa. No se le exige proceso lógico implicado en su aparición, sino que es directamente una creencia tomada como verdad de partida, por ejemplo un axioma, o un paso dentro del proceso de razonamiento. En cambio, una falacia en Lógica se toma por cierta porque su proceso de razonamiento nos engaña; no así la falacia ecológica médica, que se supone cierta como axioma, por principio para sacar otras conclusiones. Hemos encontrado la primera gran diferencia del término médico con el lógico. Ya sólo esta circunstancia bastaría para afirmar que el término falacia ecológica según el Diccionario Médico no tiene equivalente en Lógica y que, por tanto, es sospechoso de haber sido traído a ésta falsamente en la Wikipedia; es decir, con objeto de establecer algún sofisma revestido de supuesto tecnicismo. Pero todavía carecemos de la información suficiente.

El artículo de la Wiki es engañoso.


La conclusión más obvia de esto con respecto al artículo de la Wikipedia es que es inconsistente con sus propias definiciones, porque al aportar como fuente la definición que da el Diccionario Médico para la falacia ecológica, está dando inadvertidamente por válido el término falacia con un significado diferente a lo que ella misma entiende por tal en su propio artículo sobre la falacia. Mientras el diccionario médico define a la falacia ecológica como una falsa creencia, la wikipedia define falacia como un argumento. Estas distinciones que en el lenguaje "de andar por casa" podrían parecer nimias, tienen mucha importancia a la hora de dar a los vocablos la precisión científica que debería suponérsele a una Enciclopedia seria.


Veámoslo desde otro punto de vista.


Lo descrito hasta ahora parece tan obvio y burdo que nos interesa seguir estudiando el término por si pudiéramos descubrir en la "falacia ecológica" algún paralelo con alguna de las verdaderas falacias descritas en Lógica y poder determinar por qué resquicio se le pudo ocurrir a alguien que pueda ser definida como un proceso formulable académicamente catalogado en Filosofía. A partir de aquí olvido todo lo que he dicho hasta ahora y sigo analizando la definición médica con objeto de llegar a entender en profundidad si realmente supone algún proceso de razonamiento que pueda ser definido técnicamente como una falacia en Filosofía; y, si es así, de cuál de ellas se trata.

Al leer cuidadosamente la definición dada, llama la atención que existe un posible anacoluto en la misma, derivado de la utilización de la palabra agente. Este término nos remite a un antecedente, y hay otras dos posibles palabras como candidatas a serlo: el factor patógeno y la enfermedad. Puede tratarse de una o de ambas cosas a la vez. Para ello, suponiendo coherencia al diccionario, necesitamos saber en qué consiste cada uno de los conceptos según él mismo.

Agentepoder o sustancia que actúa sobre el organismo.

Factor: cualquier sustancia o actividad necesaria para producir un resultado. Una de dos o más variables que multiplicadas entre sí forman un producto. Un gen (factor hereditario).

Patógeno: No aparece, ni tampoco el término factor patógeno. Poco dice esta falta de soporte para su propia terminología, a favor de la seriedad de este diccionario. Sí aparece patología, pero para asociarla con patógeno/a por parte de un lego en Medicina debería hacerse intuitivamente, lo cual no es científico. Según uno de los diccionarios más autorizados que podemos encontrar en línea, el Diccionario Médico de la Academia Nacional de Medicina de Colombia, se define germen patógeno como microorganismo capaz de causar enfermedades, como las bacterias, hongos y virus.

Enfermedad: cualquier cambio en el estado de salud de todo un organismo o de una parte del mismo de tal forma que no puede llevar a cabo su función normal. Se debe por una pérdida de la homeostasia en alguna de las partes del mismo ¿? [Sigue sin parecer serio este diccionario. Además de la evidente mala expresión de la última frase, se refiere en ella a un término que no existe, y toda ella suena a alguno de los métodos denunciados como pseudocientíficos, como la homeopatía o la radiestesia.]

Parece claro que hablamos de la presencia de una enfermedad, ya se manifieste en la población o no (es decir, simplemente que exista el microorganismo u otro agente que la produzca aunque nadie esté enfermo en un momento dado). Se trata, pues, de ambas cosas a un tiempo: el agente patógeno y la enfermedad que el mismo genera en el organismo humano.

Aclarado este punto, retomaremos la definición de la falacia ecológica según el diccionario médico y la reformularemos de varias formas diferentes para contemplarla desde diversos aspectos y puntos de vista, de modo que podamos hacernos una mejor idea de todas sus connotaciones.

a) (Definición de partida) La "falacia ecológica" es la falsa suposición de que la presencia de un factor patógeno y una enfermedad en una población pueden aceptarse como prueba de que el agente es la causa de la enfermedad en un determinado individuo.

b) Por tanto, es VERDAD la negación de la falacia; es decir, que la suposición verdadera consiste en afirmar que la presencia de un factor patógeno y una enfermedad en una población NO pueden aceptarse como prueba de que el agente es la causa de la enfermedad en un determinado individuo.

c) Reformulación de la verdad: Si determinado individuo está enfermo y padece determinada enfermedad que de alguna forma está asentada en la población a la que pertenece ese individuo, NO podemos afirmar que el individuo haya contraído la enfermedad porque ésta exista en su población.

d) Reformulación diferente: si una persona contrae una enfermedad que existe entre sus compañeros de población, es posible que la haya contraído por una causa ajena a este hecho. Por ejemplo, pudo haberla contraído en otra población, o bien por haber entrado en contacto con algo o alguien procedente de otra población, etc.

Y así podemos seguir...


Es de observar:


1) Que la falacia ecológica, según la define el Diccionario Médico aportado como fuente, no afirma que la población esté enferma en ningún modo, ni habla de porcentajes según se extiende la Wikipedia. Sólo se refiere a la existencia de una enfermedad en determinada comunidad.

2) Sería falacia ecológica que yo dijera que ese enfermo que haya mañana lo esté porque la enfermedad (estuviera manifiesta o no) existe en la comunidad. Puede haberla contraído de otro modo.

3) Como conclusión de que la falacia ecológica sea una falacia; es decir, mentira (y siempre trabajando sobre dicho Diccionario Médico), se extrae que cuando hay una enfermedad en medio de una población, el hecho de que un miembro de la comunidad enferme de tal enfermedad no es necesariamente causado por la existencia de tal enfermedad en tal población.

3) Expresada esa verdad de manera más universal: el hecho de que entre nosotros exista una persona X capaz de causarle Z a alguien, no implica necesariamente que si a alguien le ocurre Z, haya tenido que ser causado por X.

Llegado a este punto, uno se para y se pregunta ineludiblemente:

¿QUÉ DIABLOS TIENE QUE VER LO QUE DICE LA WIKIPEDIA CON LO QUE ES LA "FALACIA ECOLÓGICA" SEGÚN EL ARTÍCULO QUE CITA COMO FUENTE? ¿DE DÓNDE RAYOS HAN SACADO TODA ESA SUPUESTA INFORMACIÓN?

Regresaré sobre el tema porque no he acabado todavía con la falacia ecológica...

Friday, April 15, 2016

Qué es la prueba diabólica y unas cuantas consideraciones sobre la misma.


Para empezar debemos advertir que la llamada prueba diabólica no es una figura procedente de la lógica, como muchos erróneamente alegan, sino que es tomada del derecho y de la jurisprudencia.

Básicamente, la prueba diabólica es una figura de la jurisprudencia antigua y medieval que consistía en cualquier prueba que fuera aportada a su favor por parte de la defensa en un juicio, siempre que tal demostración hubiera sido exigida previamente por el tribunal.

Resultado de imagen de prueba diabólica"Como se ve, y pese a la leyenda que muchos arrojan sobre ella, no se trata de nada imposible o inalcanzable para la mayoría de los abogados que defienden a personas realmente inocentes. Obviamente, muchas veces los abogados defensores han salvado de la condena a sus clientes tras haber aportado evidencias de la no comisión del delito por parte de estos, aunque no se consideran prueba diabólica si el juez no las ha solicitado con anterioridad.

La prueba diabólica tenía sentido dentro de jurisprudencias como la medieval, porque, como consecuencia de no haber desarrollado todavía el concepto de presunción de inocencia, desconocía los resultados lógicos que esta idea arroja sobre la conclusión del juicio. En aquel caso, la carencia de pruebas aportadas por una de ambas partes litigantes muchas veces debía ser suplida por la existencia de pruebas por parte de la otra, ya que al acusado no se le consideraba inocente de entrada por inexistencia de esta figura (inocencia supuesta de antemano), y por tanto era técnicamente necesario demostrar que el reo sí era inocente.

La dificultad de la prueba diabólica estribaba en que si la defensa ya no había presentado de antemano pruebas de la inocencia de su defendido, lo lógico es que fuera porque no las podía encontrar. De modo que lo que ocurría muchas veces era que acababan por no presentarse pruebas por ninguna de ambas partes; en cuyo caso, como la presunción de inocencia era un concepto que todavía no se manejaba, el juicio no podía dar fin sin un culpable, ya fuera el reo o quien le acusara; y por eso, aunque sólo fuera por rematar oficialmente el proceso, adquirían sentido soluciones como la tortura hasta que el acusado confesara (o no), y muchas veces incluso no quedaba excluido el denunciante, que podía acabar confesando que la denuncia era falsa, lo cual igualmente daba conclusión al juicio con mal fin para él.

Y ¿a qué venía todo esto?, se preguntarán ustedes. Si no se podía demostrar su culpabilidad ¿no era lo más simple detener el juicio y dejar en libertad al reo? Pues no, porque ayer como hoy, los subalternos tenían que rendir cuentas ante sus superiores, y tan preocupados estaban unos como otros de que la justicia diera imagen de eficacia. El objetivo era, igual o todavía más que en nuestros días, que las masas tuvieran la sensación de que la justicia funcionaba bien, que se la respetara e incluso se la temiera, sobre todo para mantener el orden y minimizar el peligro de revueltas sociales. Así pues, no convenía que nadie acusado de un delito pudiera quedar libre sin una sentencia concreta y fácilmente comprensible por la gente (no olvidemos, en general analfabeta, inculta y con una mentalidad mucho más simple, dura y acostumbrada al castigo físico y a los rigores que hoy en día), para no fomentar la idea de que alguien hubiera sido capaz de delinquir arreglándoselas para ocultar sus pistas de tal modo que hubiera podido burlar a la justicia. Este tipo de burlas no se podía permitir, y si no se encontraban pruebas de un delito que implicaran al acusado, como la jurisprudencia todavía no manejaba una excusa tan buena para dejarlo libre sin cargos y olvidarse del caso como es la presunción de inocencia, no había la posibilidad de declarar a alguien inocente por una buena razón previamente establecida ante el pueblo y adoptada por éste como axioma. De modo que en gran número de casos la justicia debía encargarse de que el acusado se confesara culpable, o, en su defecto, su denunciante como falso demandante. "No levantarás falso testimonio ni mentirás", dice el octavo mandamiento de la Ley de Dios, y la sociedad medieval era una sociedad teocéntrica.

En fin, que lo que no podía ocurrir bajo ningún concepto era  que se hubiera movilizado la justicia para nada; y en resumidas cuentas, que la justicia actual, que se mueve y gasta recursos y dinero hasta al cabo declarar inocente al reo sin que nadie implicado en el proceso hubiese pagado por ello, bajo la mentalidad medieval habría sido considerada el pito de un sereno.

Resulta obvio que la presentación de una prueba de las características de la prueba diabólica, por su propia naturaleza, debía librar a la justicia de toda obligación punitiva hacia el reo y hacer que se declarase universalmente inocente.

¿Por qué es tan famosa la prueba diabólica? En primer lugar, por su rotundidad. Si se demuestra que un acusado no ha cometido el crimen que se le imputa, claramente no hay nada más que decir en el proceso, que concluye, por así decirlo, en una suerte de "muerte súbita" del juicio favorable a él. En segundo lugar por su leyenda, puesto que, aunque era y sigue siendo un procedimiento corriente en el sistema jurídico de algunas sociedades, muchos no lo asocian a estas modernidades, sino que les sigue trayendo un añorado tufillo a ergástulas, películas anglosajonas sobre la Inquisición Española y Leyendas Negras. Cuando lo cierto es que la prueba diabólica no es invento de nadie en particular, sino el producto lógico de una justicia para nosotros primitiva, en la que todavía no han surgido algunos de los conceptos que hoy manejamos, como el de presunción de inocencia, que en nuestros días, por cierto, ahorra mucho dinero y trabajo a la Justicia.

La verdad es que si se llama "diabólica" a ese tipo de prueba, el nombre muy probablemente surgió en el contexto de la Iglesia, y tratándose de esa palabra, no con un sentido precisamente laudatorio, sino condenatorio. Todos sabemos que lo diabólico para la Iglesia es aquello de lo que hay que huir, rechazable, que no se debe practicar, pecaminoso. A juzgar por su denominación, la Iglesia no debía de tener en muy buena consideración esta prueba, al contrario de lo que muchos quizás piensan.

De vez en cuando se lee por ahí que la prueba diabólica es ilegal, que va contra la lógica y muchas otras paparruchas. En realidad, es que al ir contra la presunción de inocencia en la que se fundamenta nuestro Derecho, no es que sea ilegal: es que su propio concepto no tiene cabida en nuestra justicia. Si un tribunal o un jurado pidieran al acusado una prueba de su inocencia obligatoriamente para dar solución al juicio porque no se pudiera demostrar la culpabilidad del acusado, no sería una petición de nada porque el acto en sí mismo sería inválido. Tal invalidez se deriva del hecho de que el acusado parte siendo inocente desde el principio del proceso, con lo cual la solicitud de una prueba de su no implicación en el delito sería, a su vez, prueba de que el tribunal le está considerando culpable y no juzgándole según las normas legales. Desde el momento en que el jurado admite oficialmente que no existen pruebas de delito en el imputado, el juicio oficialmente ya ha terminado para éste, y toda petición de pruebas por parte de nadie cae en terreno ajeno al proceso.

Para que se entienda  mejor, el razonamiento de la prueba diabólica sería éste: no aparecen pruebas de que seas culpable. Pero puedes serlo, de modo que si no presentas una prueba de que no lo eres, no te podemos dejar ir; en contradicción con el razonamiento de la presunción de inocencia, que procedería así: no aparecen pruebas de que seas culpable. Así que todavía eres inocente, ya que es por lo que te tenemos desde el momento en que el juicio empezó. Por tanto, no tienes que presentar pruebas de tu inocencia. Luego, quedas libre.

Sin embargo, lógicamente está completamente permitido y hasta forma parte de la rutina, que la defensa, siempre que sea voluntariamente, presente pruebas a favor de la inocencia del acusado, porque impedírselo sería retirarle un arma muy poderosa, amén de injusto. Hasta el más lerdo entiende que demostrar rotundamente que su defendido no ha cometido el delito para invalidar toda otra prueba contraria, es indudablemente el fin profesional que busca todo abogado defensor. Es, pues, ridículo afirmar que esté prohibida, que sea pedir algo imposible al reo para condenarlo porque no se puede demostrar lo que no se hizo, y otras barbaridades por el estilo que se leen por ahí, escritas evidentemente por gente ya no lega, sino ignorante en la materia y que además es incapaz de razonar.

De hecho, vemos que muchas veces la defensa aporta pruebas definitivas a favor de su cliente, evidentemente cuando puede hacerlo, porque es la forma más eficaz y rápida de acabar el juicio con la exculpación del acusado. Pero sí que es verdad que, en nuestro sistema actual, a la defensa le basta con desmontar las pruebas de la acusación para que su cliente quede libre de cargos; no necesita apoyarse en pruebas de inocencia además de ello.

Dicho en otras palabras: en un juicio de un Estado de Derecho actual no es necesario que se demuestre que el acusado no cometió un delito para que se le declare inocente, lo cual convierte en obligación de la acusación aportar pruebas de que sí lo hizo. Y si la acusación no logra esto, el reo saldrá exonerado. Por eso se dice que la acusación, y no la defensa, es quien tiene la carga de la prueba.

Resultado de imagen de prueba diabólica"
De aquí se sigue lo obvio: en nuestro actual sistema, ser declarado judicialmente inocente no tiene por qué coincidir con la realidad de los hechos, ya que la circunstancia de que algo no se pueda probar no significa necesariamente que no exista, sino sólo que lo que no existe son las pruebas. Por esto precisamente es tan importante para un delincuente borrar todo rastro que pueda incriminarle en el acto delictivo: aunque haya cometido el crimen, saldría inocente por falta de pruebas y, por tanto, libre.

Este punto de partida actual, de nuestras leyes occidentales presentes, de considerar inocente por principio a todo acusado, tiene como origen la obsesión de nuestros legisladores por no aplicar por equivocación el rigor de la justicia a una persona que pueda ser inocente. Parte del hecho de que no toda persona inocente puede demostrar que lo es. Es verdad que también debe considerar que no todo culpable se puede demostrar que lo sea, por lo cual será inevitable que muchos culpables salgan libres; pero, puestos a equivocarse, la justicia prefiere hacerlo en beneficio del culpable antes que en contra del inocente.

Pero no siempre ha sido así, ni lo es todavía en todas partes. En  realidad, la erradicación del concepto de prueba diabólica es una conquista de nuestro sistema judicial. Y no sólo existieron, sino que todavía persisten, culturas y sociedades en las cuales, cuando alguien es acusado de algo y se le juzga, debe presentar pruebas de que no ha cometido aquello de lo cual se le culpa. Es evidente el defecto de semejante sistema judicial, que puede conducir, y de hecho ha conducido en innumerables ocasiones, a la instrumentalización de la justicia como herramienta para hacerle la pascua al prójimo. Y si bien el nuestro se utiliza asimismo no pocas veces con este fin, al menos cuenta con la dificultad añadida de que hay que crear pruebas para incriminar a quien queremos inculpar, e incluso se ha visto que no pocos han llegado a tomarse este trabajo.

Sunday, January 10, 2016

Colón sí descubrió América.

1.- Una polémica artificial y vieja


Aunque algunos, en medio de esta ignorancia ilustrada que nos ha tocado vivir, creen que es una novedad o un hallazgo moderno, cuestionar que Colón hubiera descubierto América es una vana discusión recurrente que ya viene de lejos. Tanto que ya en su Historia del Nuevo Mundo publicada en Venecia en 1565, el historiador Girolamo Benzoni escribe lo siguiente:

Estando Cristóbal Colón a la mesa con muchos nobles españoles, uno de ellos le dijo: 'Sr. Colón, incluso si vuestra merced no hubiera encontrado las Indias, no nos habría faltado una persona que hubiese emprendido una aventura similar a la suya, aquí, en España que es tierra pródiga en grandes hombres muy entendidos en cosmografía y literatura'. Colón no respondió a estas palabras pero, habiendo solicitado que le trajeran un huevo, lo colocó sobre la mesa y dijo: 'Señores, apuesto con cualquiera de ustedes a que no serán capaces de poner este huevo de pie como yo lo haré, desnudo y sin ayuda ninguna'. Todos lo intentaron sin éxito y cuando el huevo volvió a Colón éste al golpearlo contra la mesa, colocándolo sutilmente lo dejó de pie. Todos los presentes quedaron confundidos y entendieron lo que quería decirles: que después de hecha y vista la hazaña, cualquiera sabe cómo hacerla.

Actualmente seguimos en la misma, sólo que en vez de darse la excusa de que otros pudieron ir en lugar de Colón para restarle mérito, se han añadido otras: que ya los vikingos llegaron antes, o los chinos, o los árabes, o incluso los egipcios. Y algunas otras cuantas descabelladas teorías más.

2.- La envidia o la Leyenda Negra están detrás

Lo más curioso del asunto es que la auténtica razón de fondo para aducir todas estas excusas no ha variado desde que Benzoni exponía en pleno siglo XVI: empequeñecer la figura de Colón para tratar de despojarle de su importancia histórica. El texto del historiador demuestra que no es más que la envidia la que se instaló ya desde los primeros monentos entre los detractores de Colón como única causa verdadera del ataque al papel de éste como descubridor.

A partir del testimonio que nos lega Benzoni, se desvela un hecho revelador importante para entender lo que he dicho: a mediados del siglo XVI, nadie de los que están en una gran reunión ante una mesa, sabe que los vikingos o los chinos llegaron antes a América que Colón. En caso de que alguien hubiera estado al tanto de tal circunstancia, se habría dicho en aquella discusión y el Almirante de la Mar Océana se habría tenido que callar.

Es más, ni siquiera los chinos mismos, o los descendientes de los vikingos, lo sabían. Este hecho es evidente, porque si los chinos o los nórdicos hubieran estado al corriente de un nuevo continente, sin duda al menos habrían estado ya utilizando productos procedentes de América, donde a su vez se estarían utilizando productos de reciente origen asiático o europeo, debido al inevitable intercambio. Pero esto no ocurría en absoluto.

3.- Lo que Colón cambió

Hoy en día se habla continuamente de la gran cantidad de productos cotidianos que nos llegó de América. Lo curioso es que no hay ninguno de ellos que se hubiera detectado en Europa antes de Colón. Simplemente no existían anteriormente en el Viejo Mundo al inicio del intercambio iniciado a partir del descubrimiento: el maíz, la patata, el cacao, el boniato, la mandioca, el anacardo, el tabaco, el tomate, todo tipo de pimientos y chiles, el girasol con sus pipas, la ananá o piña, el aguacate, la guayaba, el cacahuete, el pavo (no el real, originario de Asia, sino el guajolote), el cobaya (o "conejillo de Indias", o "cui"), el amaranto, toda clase de calabazas, la quinina, la chumbera o nopal, la nuez pacana, la papaya, la vainilla o el chicle, por ejemplo. Además, existen otros productos originarios de América cuya presencia en Europa se da aunque sea escasa y ocasionalmente, y por tanto no son totalmente desconocidos, como pueden ser el fruto de la pasión, el cainito, o el caimito, si bien ninguno de ellos se produzca regularmente en el continente europeo. Tampoco de ninguno de estos productos hay noticias en Europa antes de Colón.

Y viceversa, hay una gran cantidad de productos, objetos y animales, que son todavía en mayor cantidad que los anteriores y hoy muy habituales en todo el mundo, que eran inexistentes en tierras americanas antes de la llegada de Colón pero que empezaron a circular por allí a partir de éste. Muchos de estos productos son incluso de innegable importancia para la supervivencia económica de algunos países americanos en la actualidad; unos cuantos de ellos son de origen asiático o africano pero fueron llevados al Nuevo Continente por los europeos, que ya los tenían, especialmente españoles y portugueses, y ya los habían introducido en sus propios países siglos o milenios antes, por no ser Europa sino el apéndice occidental del gran continente euroasiático. Entre otros cientos que ahora mismo ni se nos ocurren, podemos escoger un buen número de ejemplos: las manzanas, los membrillos, las peras, los albaricoques, los melocotones (en todas sus subespecies, entre ellos los duraznos), las sandías y melones (todas sus variedades americanas actuales son resultado del cruce de especies llevadas a América por europeos), todos los cítricos: naranjas, limones, limas (incluso la llamada "lima peruana" fue llevada y desarrollada allí por los españoles), mandarinas, clementinas, cidras o toronjas; en cuanto a los pomelos, fueron originados en el Caribe durante el siglo XVIII a partir de cruces de varios de los dichos; el plátano (originario del Índico, fue llevado por los portugueses a las Canarias en 1402 y de ahí los españoles lo llevaron a América en 1516; después de una gran plaga que sufrió en 1950, casi todos los que se consumen hoy en día proceden de un original cultivado en el siglo XIX ¡en la campiña inglesa!), el tamarindo, el mango, el dátil, la chufa (y con ella la rica horchata original), la granada, el higo, las ciruelas, las cerezas, las uvas; y con éstas el vino, el aguardiente y las bebidas destiladas en general, que no existían en América, si bien sí las había fermentadas, de pocos grados de alcohol, como la chicha (especie de cerveza precolombina de baja graduación) o el pulque (bebida americana de fermentación con graduación alcohólica intermedia entre el vino y la cerveza); también se llevaron de Europa los frutos secos, como las almendras, las nueces, el pino piñonero con su piña y su piñón; cereales como el arrozel trigo (llevado en 1532 por la española Inés Muñoz, cuñada de Pizarro), la cebada, la avena, el centeno, los cuales conllevaban el pan (milenario en Europa pero cuya técnica se desconocía en América a pesar de que los nativos consumían el autóctono maíz en otras formas); el cáñamo (y por ende, no sólo su uso industrial sino también las drogas que trae consigo), la caña de azúcar y el azúcar (que se extrae masivamente tanto de dicha caña como de la ya citada remolacha); las abejas y con ellas la miel; la aceituna y el aceite (todo tipo de aceites, pues si bien en América había oleaginosas como el girasol, se ignoraba allí el producto); la alfalfa, las lentejas, los garbanzos, los guisantes o chícharos; hortalizas como el ajo, la cebolla, la zanahoria, el nabo, los rábanos, la remolacha (y, por tanto, la acelga), las coles, coliflores, repollosbrécoles y todas sus variedades, las lechugas, las espinacas, el ñame (originario de África), la berenjena (originaria de la India y llevada a España por los musulmanes al menos tres cuartos de milenio antes, o quizás ya por los romanos); infusiones y bebidas como el café o el ; condimentos, como la sal, la canela, la mayoría de las hierbas, raíces y árboles aromáticos (anís, eneldo, azafrán, albahaca, cilantro, romero, orégano, salvia, pimienta, regalizjengibre, laurel, perejilestragón...); la mayoría de los animales de granja, como el ganado avícola (gallinas, etc., excepto el guajolote o pavo y varias especies de patos), las ovejas y cabras, el ganado vacuno (vacas, toros, bueyes), el cerdo, los caballos, los asnos, (por tanto, también los mulos y burdéganos), el conejo, el gato... Llegaron con los españoles a América también los ahumados; y, junto con el aceite, las frituras; tanto unos como otras se incorporaron a la cocina nativa americana, dependiente hasta entonces en su práctica exclusividad de los alimentos crudos y el asado. De España (especialmente, pero también de Europa en general) se llevaron a América materiales, como el vidrio (vulgarmente "cristal", y con él el alambique, aparato que posibilita la fabricación de bebidas destiladas inventado en el siglo X y experimentado en la Península Ibérica, donde posiblemente se inventaron los espirituosos); el hierro (los nativos americanos más avanzados se hallaban en el equivalente americano a la Edad del Bronce europea), el uso práctico de la rueda, los procesos mecánicos derivados del movimiento circular (norias, molinos, mecanismos con ruedas dentadas...), la pólvora, el jabón y la mayoría de los instrumentos musicales utilizados hoy en día, de muchos de los cuales luego evolucionarían otros ya en América (¿se imaginan Paraguay sin el arpa o los Andes sin los charangos?).

Incluso el panorama patológico y sanitario de ambos lados del Atlántico cambió. Si América hubiera sido descubierta anteriormente, lo lógico es que también se hubieran sufrido las mismas enfermedades en el Nuevo y en el Viejo mundo. Sin embargo, vemos que existía una gran cantidad de dolencias microbianas y víricas que eran características exclusivamente de cada uno de los dos lados del Atlántico, sin que hubieran llegado al otro hasta posteriormente a la presencia de Colón en América. Los europeos transportaron al Nuevo Mundo la viruela, el sarampión, la gripe, el tifus, la peste bubónica, la lepra, la tosferina, la difteria, la varicela y la hidrofobia. Por su parte, más tarde llegaron los africanos llevando con ellos sus propias dolencias, como la anquilostomiasis, la bilharziasis, la fiebre amarilla, la filariasis, la oncocersiasis o la malaria. Y hasta aquí lo que afirma el tópico, el cual frecuentemente omite que el indio nativo no fue menos en este aspecto y también transmitió sus propias enfermedades a los recién llegados, que se las llevaron a Europa, como por ejemplo la buba, la leishmaniasis tegumentaria, la micosis profunda, la pinta, la sífilis, o la tripnosomiasis americana.

En medio de todo esto, podemos afirmar que existen algunas plantas y animales que ya estaban a la vez en Eurasia y en América antes de la llegada de Colón; pero el hecho de que fueran de diferentes especies a uno y otro lado del Atlántico y del Pacífico demuestra que no fueron llevados de uno a otro continente por el ser humano, al menos en una época histórica posterior a un tiempo que se remonte a decenas o centenas de miles de años. Tal es el caso de la castaña, que en Europa era del género y especie Castanea sativa, y que era la base de la alimentación en muchas zonas antes de que llegara la patata, ya que es más grande y de mejores cualidades alimenticias que la dentata, pumila y ozarkensis, oriúndas de América y hoy casi extinguidas por causa de un hongo; o de la zarzamora, que tenía especies diversas también exclusivas de Europa o de América; o el de los los frijoles o habas, que también eran de diferentes especies. Otro caso conocido es el de los perros, asociados al ser humano al menos desde el paleolítico medio, aunque los de América (se usaban por los nativos fundamentalmente como alimento) eran también de menor porte que la generalidad de las razas europeas, tanto que entre los nativos americanos cundía el terror cuando se encontraban ante los cánidos que traían consigo los conquistadores españoles, especialmente mastines, dogos, lebreles, perdigueros y galgos.


4.- Colofón: no es lo mismo descubrir que encontrar

Así pues, si vikingos, chinos o quienesquiera que fuesen, llegaron a las Américas anteriormente a Colón, no debían de saber que se hallaban en un nuevo continente del cual extraer nuevos recursos que ellos no tenían, o bien al cual llevar recursos que faltaban. Simplemente, llegaron allí pero no descubrieron nada.

Algo que no pueden por menos que reconocer los historiadores serios, aunque sea a regañadientes. Por ejemplo el sueco Carl Grimberg, quien afirma:

El descubrimiento de América  [por parte de los vikingos], aunque transitorio y anecdótico, fue el resultado más espectacular de las expediciones normandas; pero comprobamos, paradójicamente, que fue en la práctica el más insignificante. Pues, aunque los escandinavos pisaran América cinco siglos antes que Cristóbal Colón, el descubrimiento no revistió, de hecho, la menor significación histórica. No puede privarse a Colón del honor de haber abierto conscientemente la ruta de América.

Lo cierto es que, si al hablar de descubrir América estamos haciéndolo simplemente del primero en pisar sus tierras sin tener en cuenta ninguna consecuencia global de ello (como ocurre con la arribada a ese continente de vikingos, chinos y cualquier otro antes que Colón), el mérito corresponderá en todo caso e inequívocamente a los antepasados de los nativos americanos, quienes ya se habían instalado allí con antelación a la llegada de cualquier otro a quien queramos señalar.

Para saber más: